El “pacto contra la violencia machista” del Estado capitalista y patriarcal
Este miércoles, el Congreso aprobaba con 344 votos la iniciativa del PP y del PSOE, que se convierte en el primer principio de acuerdo de esta legislatura. Se trata de una enmienda transaccional presentada por ambos con la intención de sumar al resto de partidos y llegar así a un “Pacto de Estado” contra la violencia de género.
Desde hace algunas semanas, los partidos políticos ya habían dado pasos hacia este pacto. La propuesta podría ser una realidad a partir del mes de junio. Su elaboración la llevará a cabo el Congreso, que también pretende crear una subcomisión dentro de la Comisión de Igualdad del Congreso, que recibirá todas propuestas de los grupos parlamentarios y emitirá un informe al Gobierno, para después trabajarlo con las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos, partidos, sindicatos, empresas y asociaciones de mujeres.
El objetivo de esta comisión es “analizar los fallos del sistema y proponer soluciones”, aunque en realidad, el fallo es el propio sistema patriarcal imposible de transformar bajo el mando del PSOE y del PP, que han perpetuado múltiples desigualdades que fomentan la violencia de género: pobreza y precariedad laboral femenina, brutales recortes presupuestarios en sanidad y educación, así como en las partidas destinadas a combatir la violencia machista: más del 26% de recorte en la partida presupuestaria desde 2010, el 61% menos desde 2006 destinado al programa de igualdad de oportunidades.
Esta es uno de los puntos más hipócritas de este “pacto de Estado”. Ya que el texto contempla la necesidad de dotar de presupuesto a Comunidades Autónomas y Ayuntamientos para que puedan invertir en prevención y atención de mujeres que sufren o han sufrido violencia machista, sin especificar la cantidad a la que hace referencia, ni mucho menos de los recortes ya hechos. La ecuación es siniestra: más feminicidios, menos presupuesto.
Otra de las medidas que el texto recoge es la ampliación de la ley de violencia de género de 2004, para que esta reconozca como violencia machista aquella que se da también fuera de una pareja o expareja. Intentando asumir las directrices del Convenio de Estambul de 2014 y de la CEDAW (Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer) pretenden ampliar la ley para incluir a las mujeres que sufran agresiones sexuales, acoso, trata y explotación sexual o matrimonio forzado.
Esta es una de las reivindicaciones de los últimos años de gran parte del movimiento feminista y de mujeres. Además de otras como la lucha contra la violencia diaria en los centros de trabajo, acoso laboral y patronal, despidos por situación de embarazo, etc.. De la precariedad laboral que no sólo precariza las condiciones de trabajo, sino la vida misma de las mujeres. Porque no se habla de la violencia que implican los recortes presupuestarios bajo todos los gobiernos en la Ley de Dependencia, provocando una “traslación” de tareas que debería garantizar el Estado (cuidados de personas dependientes) hacia lo privado, es decir el hogar; que mayoritariamente recaen sobre las mujeres. Y no se habla de la falta de guarderías para el cuidado de los hijos e hijas. Tampoco de la violencia que sufren las mujeres inmigrantes “sin papeles”, sin derecho a la sanidad pública, y por tanto a abortar.
Otra de las medidas sería reforzar las Unidades de Coordinación para el seguimiento de mujeres que sufren violencia machista y un mayor acompañamiento en los Juzgados Especializados (Juzgados de Violencia de Género). Este acompañamiento está pensado para “facilitar” que la mujer denuncie ya que, según los promotores del pacto, muchas veces se archivan “por estar mal formuladas”.
Sin embargo, el tratamiento que se está haciendo de la violencia de género es acotado al feminicidio como un fenómeno, o “lacra social” como lo llaman, abstraído de todo un sistema patriarcal en cuya cadena de múltiples violencias, el asesinato es el último eslabón. Y en esta cadena también actúan los juzgados, las comisarías y todas las instituciones de un Estado capitalista que necesita del patriarcado como la sangre al cuerpo.
Necesitamos un gran movimiento de mujeres contra la violencia de género en las calles, independiente de los partidos del Régimen
Tres años lleva forjándose la idea de este pacto de Estado, desde que lo propusiera en 2014 Elena Valenciano (PSOE). En 2015, tras el asesinato de Marina Okarynska y Laura del Hoyo el PSOE presentó en el Congreso una proposición para revisar los fallos de la ley integral de 2004. En este momento, Iñigo Errejón, apoyó la propuesta del PSOE y propuso frente a “la ola de violencia machista y de feminicidio que hay en España merece un pacto de Estado, un compromiso de todos los partidos”.
La ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Dolors Monstserrat, del PP declaró que el acuerdo suponía la “esperanza para las miles de mujeres que nos están mirando y observando y que están sufriendo desde el silencio”. La portavoz del PSOE en el Parlamento, Ángeles Álvarez, niega que sea un pacto de Estado y habla de una “base para empezar a negociar y recuperar el espíritu de consenso”, además de reconocer que es la antesala al pacto de Estado.
Por su parte, ERC, el PNV y el Grupo Mixto han planteado que la lucha contra la violencia de género debe ser prioritaria y han reclamado que en los Presupuestos se vea el compromiso institucional. Ángela Rodríguez de Unidos Podemos se pronunció con “un respaldo crítico” a la iniciativa y ha asegurado que su grupo no va a apoyar de forma contundente nada que no implique “compromisos reales” en los Presupuestos Generales del Estado.
No obstante, nada podemos esperar de un pacto con los partidos de este Régimen corrupto y reaccionario. Si Unidos Podemos pretende realmente acabar con la violencia de género, debería utilizar sus posiciones en el Congreso primero, para desenmascarar los discursos hipócritas del PP y del PSOE responsable de los peores recortes, reformas laborales y ajustes garantes de todo tipo de violencias hacia las mujeres. Segundo, unirse a esta lucha histórica que viene dando el movimiento feminista y de mujeres, llamando a la movilización en las calles, independiente del PP y del PSOE.
Porque si queremos acabar con la violencia machista en todas sus expresiones, es necesario poner en pie un movimiento de mujeres organizadas, independiente del Estado, sus partidos y sus instituciones.
No pedimos, ¡exigimos!, todos nuestros derechos para luchar contra la violencia machista
El régimen político y sus instituciones –incluyendo el Derecho Penal- se vio obligado a reconocernos como víctimas del machismo. Como plantea Andrea D’Atri en varios artículos, cada una de las formas de violencia contra las mujeres, tiene como contracara, un derecho que, de no ser respetado, conlleva un castigo estipulado en los códigos penales de la mayoría de los países de Occidente.
Pero el patriarcado también insiste, por esta vía, en que nos consideremos y seamos consideradas víctimas impotentes para transformar radicalmente las bases de esta opresión y que con el deber de limitarnos a reclamar que el Estado aplique sus castigos individuales a los victimarios, obligadas a confluir con la lógica punitivista de la derecha política, a depositar confianza en las mismas instituciones de este régimen social que legitima y garantiza nuestra subordinación.
Para conseguirlo, necesita borrar la historia de muchas generaciones de mujeres que lucharon contra el patriarcado, que es algo más que uno, varios o muchos individuos violentos: es un modo social de reproducción de las relaciones entre los géneros, basado en la subordinación y opresión de las mujeres.
Las mujeres de Pan y Rosas luchamos contra el sistema patriarcal y capitalista y decimos que no esperamos nada pasivamente del Estado, sus partidos y e instituciones. Exigimos en las calles nuestros derechos cómo:
¡Basta de violencia contra las mujeres! ¡Ni Una Menos! ¡Vivas nos queremos! Exigimos al gobierno la implementación de “todas” las medidas necesarias para paliar las consecuencias de la violencia machista y prevenir los feminicidios, como el aumento de los centros de acogida para las mujeres y sus hijos e hijas víctimas de violencia, bajo la autogestión de las organizaciones de mujeres y las trabajadoras, con asistencia profesional y sin presencia policial y judicial.
Luchamos por comisiones de mujeres en los centros de trabajo y en los sindicatos, independientes de las patronales, que tomen los casos de acoso sexual y laboral, y con licencias pagadas para las trabajadoras que atraviesan situaciones de violencia.
La separación efectiva de la Iglesia y el Estado, el fin del Concordato y la subvención a la educación religiosa. Educación laica en los valores de la igualdad de género y la libertad sexo-afectiva.
Educación sexual para decidir, anticonceptivos gratuitos para no abortar y aborto legal, seguro y gratuito para no morir.
El fin de la discriminación, el acoso y la precariedad laboral, los contratos de obra y servicio, contratas y subcontratas, esto es: el pase a plantilla fija de todas las trabajadoras. La prohibición de los contratos temporales y las ETTs, y el pago de todos los derechos por maternidad. A igual trabajo, iguales condiciones, derechos y salario.
Guarderías gratuitas a cargo de la patronal y el Estado en fábricas y establecimientos laborales, durante las 24 horas. Residencias para personas dependientes gratuitas.
Derogación de la ley de extranjería. El cierre de los CIEs. Acceso universal e igualitario a la Sanidad Pública y a todos los servicios sociales con independencia de la situación legal de cada persona, con atención especial de las mujeres inmigrantes víctimas de violencia de género.
Porque no queremos ser las víctimas sumisas que el patriarcado quiere que seamos, nos proponemos romper las cadenas de un orden social que pesa sobre millones de seres humanos en todo el planeta. Nuestras convicciones no nacen de un odio personal, individual. Es el odio social que, como una chispa, encendió la lucha de clases a lo largo de la historia.
A fines del siglo XIX, dijo la comunera Louise Michel: “Cuidado con las mujeres cuando se sienten asqueadas de todo lo que las rodea y se sublevan contra el viejo mundo. Ese día nacerá el nuevo mundo.” Las mujeres de Pan y Rosas peleamos por un mundo nuevo, para lo que necesitamos reconstruir alianzas con todos los sectores oprimidos y explotados, con el conjunto de la clase trabajadora. Para llevar adelante en común la tarea de acabar con toda opresión y explotación y comenzar a pensar una nueva sociedad libre de todas ellas.
Por Cymthia Lub (@LubCynthia) y Verónica Landa (@lierolaliero)
[…] Meses más tarde, el Senado, movido por la mayoría absoluta del Partido Popular, se oponía a volver a invertir contra la violencia de género las mismas modestas cantidades del 2010, bajo el gobierno de Rodríguez Zapatero, 31 millones de euros. Una propuesta impulsada por Podemos y que contó con el apoyo del resto de fuerzas politicas, menos del Gobierno. El primer revés para el aclamado “Pacto de Estado contra la violencia Machista […]
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