El feminismo como nicho de mercado y asimilación capitalista.

En Brasil se creó el término primavera feminista para expresar la entrada en escena de un movimiento amplio de mujeres por todo el país luchando por sus derechos democráticos y contra la opresión que sufren las mujeres. Ese movimiento tuvo su auge con las marchas contra la cultura de la violación. También se expresó en la lucha por el derecho al propio cuerpo, contra la cosificación y mercantilización de los cuerpos femeninos, contra los estereotipos de género y contra las leyes que buscaban restringir aún más el derecho al aborto en nuestro país, que ya nos es denegado. Este proceso se integra en un fenómeno internacional, que tuvo exponentes más fuertes y con alcance más masivo en otros países de América Latina, como Argentina y Chile.
Caracterizamos los últimos años como una etapa de fin de restauración burguesa, o sea, fin de un período de amplia dominación y avance contra las masas, en especial contra la clase trabajadora que durante varias décadas vio sus condiciones de vida atacadas, suponiendo una derrota moral para esta clase. La crisis económica mundial y la irrupción de nuevo procesos revolucionarios en varios países fueron signos importantes de este momento y aunque en su mayoría estos procesos han sido derrotados abrieron un espacio que podemos llamar de “crisis orgánica”. Esta “crisis orgánica”, más allá de presentar una situación donde la lucha de clases aún es baja, supone una situación donde los de arriba tienen dificultades para gobernar y los de abajo se sienten insatisfechos y cuestionan el orden. Esta situación abrió retomó las discusiones sobre los derechos democráticos de los sectores más oprimidos por género, etnia u orientación sexual. La reciente victoria del reaccionario Donald Trump en los Estados Unidos actualiza la discusión de la alianza entre la clase obrera y los sectores oprimidos, teniendo en cuenta que la principal estrategia de su campaña ahonda en su división (ataques a los inmigrantes, a las mujeres, a las personas LGTBI)
Las banderas feministas que han tomado más fuerza en los últimos años no son nuevas, se tratan de banderas históricas del movimiento feminista internacional que ya superaron diversas estrategias que buscaban acabar con ellas. Ahora, más que nunca, es necesario debatir estas estrategias, teniendo en cuenta que la política de cooptación por parte del Estado capitalista y de los gobierno siempre fue, y continúa siendo, la mejor estrategia de la clase dominante para convertir la demanda de las mujeres en algo inofensivo para el capital.
Pemitir que las banderas de lucha de las mujeres se mezclen con las banderas de empresas capitalistas es asumir una estrategia de conservación del status quo general, de explotación de una clase sobre la otra, o negar la posibilidad real de la emancipación de las mujeres, contentándose con más inclusión, algunos derechos y mayor inserción del tema feminista en los medios burgueses.
El feminismo como nicho de mercado y consumo
Hay que destacar que las empresas buscan asesoramiento en esta línea para dialogar con el público sensible al feminismo es una distorsión de la lucha de las mujeres. La distorsiona porque los medios de comunicación son criticados por legitimar la explotación del cuerpo femenino, la cosificación y la heteronormatividad del sexo y bombardear con un patrón de belleza inalcanzable. Esta crítica es parte del combate contra una sociedad que utiliza sus medios de comunicación como forma de legitimar el patriarcado. Pero también es distorsionada porque lejos de estar de acuerdo con la necesidad de una emancipación real de las mujeres, la clase dominante, frente al descontento social, no defenderá las banderas de los oprimidos y explotados, y solo buscará apropiarse parcialmente de estas hasta vaciarlas de su contenido subversivo y revolucionario.
Por esto muchas empresas en todo el mundo han buscado meter en sus agendas la lucha de las mujeres contra la opresión machista y patriarcal. Transformando el significado de algunas banderas feministas para apropiarse de ellas, cooptando la lucha de las mujeres para la creación de nichos de consumo como un feminismo de mercado, que al mismo tiempo que se apropia de la lucha de las mujeres para vender una marca, desecha el aspecto político y emancipatorio de la lucha contra la opresión. Transforma una crítica radical en espacio de consumo para aumentar los beneficios capitalistas. Muchas empresas ven en esta salida una posibilidad de reinventarse frente a fenómenos reales, que muchas veces se consideran como conquistas del movimiento en sí mismo, sin analizar el significado de las relaciones entre las clases.
Muchas empresas adecuan su publicidad para trabajar con la idea del empoderamiento de las mujeres, rompiendo con los estereotipos de género. Ejemplos no faltan. La empresa Goldie Blox, divulgó en su publicidad de “juguetes para nuevas ingenieras” un cuestionamiento al rol de género que dice que los juguetes de las niñas deben reproducir un papel social de las mujeres ligado a trabajos de cuidado y tareas domésticas.
Además de vender un producto crean una imagen de la empresa sobre el estilo de vida que concuerde con lo que requiere hoy día el capitalismo, aunque la mayor parte de la riqueza mundial siga en manos de grandes monopolios y de algunas familias.
Es necesaria una crítica a lo económico, es decir, al ansia de lucro de las empresas que no dudan en adoptar este tipo de estrategias de marketing. También hay que señalar que algunas empresas de “belleza” son responsables de la perpetuación y creación de cánones que son impuestos a las mujeres. Se estima que al menos un 1% de la población mundial sufre alguna forma de trastorno alimenticio como la bulimia y la anorexia, que en un 20% de los casos tiene consecuencias fatales.
En la televisión “emancipación”, en las fábricas explotación
Es un hecho que el feminismo es un movimiento interclasista, o sea, un movimiento compuesto por mujeres de varias clases sociales. Sin embargo, el debate entre marxismo y feminismo siempre ha demostrado el límite para que las demandas de las mujeres pudiesen adquirir un componente antisistémico y, por tanto, anticapitalista: los intereses de la burguesía y el proletariado no coinciden porque son opuestos.
Las mujeres no son una clase social. Pero si son un grupo socialmente subordinado por su género, y está presente en las distintas clases en la sociedad. Eso presupone que es posible que todas las mujeres, independientemente de su clase, luchen en común por la bandera democrática del derecho al aborto, por ejemplo. Es también un hecho que con la crisis capitalista y la necesidad de descargar la crisis sobre las espaldas de la clase trabajadora las grandes empresarias y jefas de Estado no pensarán dos veces a la hora de implementar planes de ajustes que atacarán de lleno a la masa femenina proletaria.
A partir de esta premisa elemental, que nos permite tener una visión profunda sobre la sociedad capitalista y la necesidad de cuestionarla de raíz, es necesario abordar el tema de la relación entre las demandas del movimiento feminista y la estrategia para alcanzarlas. En este debate no es menor la importancia de clarificar la influencia de un feminismo burgués o “empresarial” sobre el reformismo de conjunto y como poco a poco va domesticando la lucha de las mujeres.
Las empresas que buscan un nicho de mercado en la lucha de las mujeres tienen una óptima forma de mejorar sus campañas publicitarias. Y es así porque hay ONGs feministas que se dedican a aconsejar a estas empresas para que estas “mejoren” su imagen hacia las mujeres.
Toda una generación de un feminismo “emprendedor” creó una identidad de un “feminismo cool”, que ha levantado campañas en general progresistas y democráticas acerca de la opresión de género, que despertaron un amplio interés y empatía entre las mujeres. Pero estas tenían como objetivo último pensar la relación entre las empresas y el público femenino. Es un feminismo directamente incentivado por la ONU. El ejemplo de la marca de compresas Always es interesante. Con el lema Like a girl pretendía romper con los estereotipos de género al demostrar que el sentido negativo de “ser como una niña” no estaba asimilado en niñas que lo veían como sinónimo de fuerza, habilidad e inteligencia. Y la idea, que generó beneficios en la venta de sus productos, se transformó en la campaña #LikeAGirl que cuestionaba en las redes sociales los estereotipos de género. Otro ejemplo es la página ThinkEva, un proyecto que se reivindicaba feminista y cuyo objetivo es utilizar las redes sociales como forma de empoderamiento de mujeres para tener más elecciones.
Esas ONGs más allá de las amplias campañas que impulsaron en las redes sociales con temas progresivos contra la violencia machista, trabajan para mejorar la imagen de empresas que mientras aparecen en la televisión con su publicidad mostrando la imagen de mujeres empoderadas y emancipadas, son parte de los ataques a las mujeres trabajadoras en las fábricas y lugares de trabajo. En sus fábricas sufriendo trabajo precario y los salarios más bajos, o como el trabajo “informal” que Avon ha incentivado desde hace años donde vendedoras, en general mujeres, pueden vender de forma “autónoma”, una faceta de la supresión de derechos llamada por Marx ‘salario por pieza’ ya que es una jornada de trabajo sin límites, sin derechos y con un gran volumen de ventas.
Si por un lado podemos posicionarnos todas juntas en las redes sociales contra la violencia hacia las mujeres, por otro lado es necesario tener claro que las banderas de Avon, Natura, Always y tantas otras empresas que buscan el nicho femenino son incompatibles con la verdadera liberación de las mujeres.
Empoderamiento…mientras los beneficios capitalistas queden intactos
Nada más funcional a los capitalistas que retirar cualquier contenido emancipatorio de la lucha de las mujeres para fomentar en su propaganda conceptos del feminismo como el empoderamiento y la sororidad. Ambos, se apoyan en una visión de que el centro de la lucha de las mujeres es su total liberación individual o una solidaridad sin restricciones entre mujeres independientemente de su clase (sororidad). En el caso de las empresas, el objetivo es que las mujeres sientan “poder” al usar sus productos, y que se sientan solidarias unas con las otras, incluyendo a las jefas y empresarias que explotan a sus trabajadoras. Todas ideas que apoyan esta sociedad de clases y que la lucha de las mujeres se mantenga lejos de cualquier perspectiva revolucionaria de ruptura con el sistema capitalista. Después de todo, no es de extrañar que la misma clase dominante, en diversos países, asuma como jefes de Estado a mujeres con un discurso inclusivo, como si no hubiera diferencia en la clase que representa una determinada mujer. Son casos emblemáticos el de Angela Merkel, Condoleeza Rice -secretaria de Estado en los Estados Unidos- o Hilary Clinton candidata a la presidencia del mismo país. En América Latina están los casos de los gobierno post-neoliberales como fue el de Dilma Roussef en Brasil y Cristina Kirchner en Argentina. En relación a las mujeres que dirigieron Estados imperialistas, la imagen de Angela Merkel y la niña palestina llorando al oír a la canciller decir fríamente que no podría vivir en Alemania, no debería dejar dudas. Volviendo a los ejemplos de las líderes americanas, que han ascendido en el corazón del imperialismo mundial, Hillary Clinton usó en su campaña su identidad como mujer y la violencia de género, a la vez que defendía el bombardeo con drones en Siria o la garantía de las tropas “de paz” en Haití, cuyos soldados violaban niñas haitianas. Con estas mujeres en el poder se quiere trasmitir el mensaje de que las mujeres pueden, y que cuantas más mujeres haya en el poder y en la política más avances habrá en nuestros derechos.
Esta paradoja muestra una vez más que la identidad de género no nos coloca en el mismo lado y que el antagonismo de clase es el determinante para pensar cual es la estrategia de lucha.
En el caso de Dilma y Cristina, que eran expresión de los gobierno post-neoliberales en América Latina, ese intento fue aún más fuerte por tratarse de gobiernos que buscaban, con sus diferencias, un desvío populista de reformas en el sistema capitalista. A partir del momento en que fueron electas, el movimiento feminista reformista que las seguía quiso imponer la idea de que se trataba de una victoria de las mujeres, sin saber dar una respuesta a por qué el aborto continuaba siendo ilegal y como consecuencia, miles de mujeres seguían muriendo bajo el gobierno de una mujer.
Lo que los capitalistas buscan es crear nuevos símbolos y signos, cooptados, estandarizados y mercantilizados para hacer cambios cosméticos culturales en este sistema carcomido donde la realidad es que la pobreza tiene rostro de mujer, en donde existe una clara desigualdad de género entre los más pobres del planeta. Las mujeres son el 70% de los pobres del mundo, así como las que ocupan los puestos de trabajo más precarios. Las que sufren la xenofobia en el caso de las mujeres inmigrantes, y las que más sufren la violencia policial en el caso de las mujeres negras y pobres. Y estas mujeres no son las que aparecen en los anuncios de Avon.
La emancipación de las mujeres en el capitalismo es una utopía
En la lucha por la emancipación de las mujeres nuestra posición teórica es la misma que nuestra lucha: al lado de los explotados y oprimidos por este sistema. Como ya decía la revolucionaria Rosa Luxemburgo, “ninguna ley obliga a someterse al yugo del capitalismo. La pobreza, la carencia de medios de producción, obliga al proletariado a someterse al capital.” Y a pesar de toda la incorporación de la agenda feminista por parte de la burguesía, las mujeres siguen siendo las que son más obligadas a someterse a los dictámenes del capital. Las empresas nunca cuestionarán esta desigualdad, aceptando el feminismo cool que no toca la imposición al capital de la vida de las mujeres en un mundo cada vez con mayor desigualdad social.
Aunque no defiendan un feminismo burgués y empresarial, las feministas reformistas como la Marcha Mundial de las Mujeres y el PT, los grupos feministas que rechazan el marxismo, las ONGs feministas que asesoran a las empresas, se terminan también volviendo inofensivos al capital siendo funcionales a la conservación de esta sociedad ya para conseguir su objetivo de una sociedad más justa, pretenden reparar las desigualdades de modo más eficaz, trazando la estrategia de participación política y actuación dentro de las esferas del Estado, sin ninguna ruptura con el capitalismo. Este feminismo se adapta a la agenda de la burguesía al esconder el carácter de clase del Estado y sus esferas, convirtiendo la táctica de la conquista de cargos en el Parlamento o en el Ejecutivo en una estrategia principal para lograrlo.
Es cierto que este feminismo reformista contribuye a la crítica de la patriarcalización del Estado y retomó el aspecto político y no solo cultural del feminismo. Sin embargo, apuesta por los cambios políticos y culturales en el ámbito del capitalismo y el Estado burgués, aspirando a la reparación de las desigualdades y no a su fin, reafirmando en nuevas formas la estrategia fracasada de los gobierno de conciliación entre las clases dominantes y dominadas. Flirtean incluso con las llamadas teorías de las feministas radicales que ven en los hombres los enemigos, y no en el capitalismo. Al no apuntar su mira política y teórica al fin de las desigualdades sociales, que solo ocurrirá con una lucha que fortalezca el fin de la propiedad privada, puede por un lado fortalecer a las variantes burguesas, pero también abrir un espacio a un neo-reformismo que ciertamente continuará colocando en el poder gobiernos al servicio de los intereses de la burguesía, como sucedió con Syriza en Grecia. Todo este feminismo ejerce enorme influencia también sobre las organizaciones de izquierda.
Las mujeres necesitan una estrategia revolucionaria
Si la lucha de las mujeres es internacional es porque el capitalismo lleva a todas partes del mundo la explotación, también por vía de la opresión patriarcal y machista. A pesar de que el capitalismo asimila discursos contra los roles de género, la opresión es funcional para el modo de producción capitalista y para el dominio de una clase dominante sobre la mayoría de la clase trabajadora y la población pobre y oprimida. Creemos que las mujeres y los hombres que producen la riqueza social que los capitalistas expropian, son los que pueden acabar con este sistema de explotación y opresión, enfrentando también al machismo dentro de su propia clase. Y en esa lucha anticapitalista las mujeres tienen que tomar una línea de frente contra la opresión machista y patriarcal para fortalecer junto con sus compañeros una fuerza capaz de luchar contra una opresión usada por los capitalistas para dividir a los trabajadores y las trabajadoras y todos los que son subyugados a los dictámenes del capital.
Como gran sujeto de transformación social la clase trabajadora debe unirse tomando como suya la lucha contra toda opresión, usada por los capitalistas para dividirnos según nuestro sexo, género, etnia y nacionalidad.
En relación al debate abierto por Nancy Fraser, teórica feminista norteamericana, sobre si es posible o no en un escenario post-neoliberal ofrecer perspectivas de cambio para la renovación del feminismo socialista, creemos que sí. Y conjuntamente con una perspectiva anticapitalista disputar todos los espacios de la izquierda en Brasil que lucha contra una derecha reaccionaria. Así construimos una agrupación de mujeres internacional que es Pan y Rosas, pues la lucha contra la opresión en perspectiva anticapitalista es una lucha imprescindible, y por eso actuamos como parte del movimiento feminista porque queremos llevar adelante la lucha por nuestros derechos más elementales haciendo, en unidad con todos los sectores, siempre levantando nuestras propias banderas. Para ello es necesario construir un fuerte partido revolucionario de los trabajadores y las trabajadoras para llevar adelante una revolución obrera y socialista, condición necesaria para acabar con toda forma de opresión y sentar las bases materiales y económicas para que tengamos nuestro derecho al pan, pero también a las rosas. Como decía la socialista Louise Kneeland “Quien es socialista y no es feminista carece de profundidad. Pero quien es feminista y no socialista carece de estrategia”. Nuestra estrategia es la revolución socialista.
Por Diana Assunçao y Flavia Valle
Hola, soy una estudiante de Periodismo de Barcelona. Estoy realizando mi trabajo de fin de carrera, que consiste en un reportaje sobre la apropiación de lemas feministas por parte de grandes empresas con una finalidad comercial.
Me ha parecido muy interesante vuestro artículo y me sería de gran ayuda si me pudiérais facilitar bibliografía o webgrafía alrededor del tema para poder documentar bien mi trabajo. O si me pudiérais pasar cualquier tipo de información sobre el tema.
Muchas gracias,
Helena Perelló
Hola Helena
Te dejo algunos links!
http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/wp-content/uploads/2017/04/33_35_MurilloUntitled-Extract-Pages.pdf
https://www.laizquierdadiario.com/Feminismo-cool-victorias-que-son-de-otras
http://www.laizquierdadiario.com/Que-es-el-feminismo-socialista