Una posición feminista anticapitalista en el debate sobre la prostitución

Una posición feminista anticapitalista en el debate sobre la prostitución

Defendemos la autoorganización de las personas en situación de prostitución

En primer lugar, el gobierno del PSOE ha mostrado la hipocresía de un feminismo liberal que ni llega a lo simbólico, apostando por la prohibición inmediata del sindicato.

Esto es algo que rechazamos, ya que consideramos que es un acto totalmente antidemocrático prohibir la organización de las personas en situación de prostitución, que han decidido constituir una organización sindical para exigir mejoras a sus condiciones de vida: derechos como la seguridad social, bajas por maternidad o por enfermedad, acceso a la sanidad pública, pensiones y terminar con las persecuciones policiales.

Por ello apoyamos su derecho a autoorganizarse, a recibir prestaciones sociales y sanitarias, combatir la estigmatización y persecución, denunciar la represión policial y la connivencia policial, empresarial, de la justicia y los funcionarios políticos que hacen negocio con ello. Pero al mismo tiempo, exigimos al Estado que garantice a todas aquellas personas que quieran abandonar la prostitución una salida real, esto es: acceso a un trabajo, a formación, capacitación para el empleo y acceso a una vivienda para ellas y su familia. También son necesarias medidas para combatir las redes de trata, así como combatir a los proxenetas que hacen negocio con el cuerpo de las mujeres.

¿Abolicionismo represivo?

El gobierno del PSOE se define como partidario de la abolición (¡ahora también el PP se declara “abolicionista”!), pero sin plantear ningún tipo de medida que apoye a las mujeres en situación de prostitución.

Como feministas anticapitalistas estamos a favor de terminar con la institución de la prostitución, que explota y oprime a millones de mujeres y personas en situación de prostitución en todo el mundo, así como estamos por terminar con la explotación asalariada y la carga del trabajo doméstico no pago. Pero la prostitución no puede ser abolida por decreto, como queda demostrado en toda la historia del capitalismo, donde no han faltado legislaciones punitivistas que acaban aumentando los padecimientos de las mujeres, incluyendo la cárcel y el acoso de las fuerzas policiales.

Por tomar un ejemplo, desde la imposición de la “Ley Mordaza” en el Estado español, la policía tramita una denuncia al día contra personas en situación de prostitución bajo la denominación de “exhibición obscena”, que acaban en sanciones entre 600 y 10.000 euros, criminalizando y ahogando en multas a las mujeres y no precisamente a los que hacen negocio con sus cuerpos. Esto obliga a las mujeres a aceptar peores condiciones para su actividad, o buscar sitios más alejados y peligrosos.

Más allá del estatuto legal de la prostitución en diferentes países (plena legalización en Alemania u Holanda, situaciones intermedias como en el Estado español donde no es ilegal pero tampoco está regulado, el “modelo sueco” que penaliza al demandante de prostitución, hasta los países donde es ilegal y hay más persecuciones), la prostitución se ha desarrollado como un gran negocio capitalista, tanto en la legalidad como en la ilegalidad. Esto demuestra que no se terminará con la prostitución ni por la vía de regulaciones legales ni por la vía de castigos punitivos desde el Estado.

Luchar de manera consecuente por terminar con la prostitución y la explotación sexual implica necesariamente luchar contra las condiciones de pobreza, precariedad y miseria que viven millones de mujeres. La mayoría de las que ejercen la prostitución son pobres, muchas de ellas inmigrantes, y han padecido abusos o violencia física. Mujeres que en su mayoría no pueden “elegir” más que entre trabajar superexplotadas y precarias, estar en el paro o la prostitución.

Buscar una resolución favorable a esta situación pasa por medidas que apunten a garantizar trabajo, educación, vivienda, papeles para todas, abolición de la Ley de extranjería y casas refugio para las que sufren violencia de género por parte de proxenetas o redes de trata.

¿Regulacionismo neoliberal?

Albert Rivera de Ciudadanos no ha tardado en salir en defensa de la regulación de la prostitución, enarbolando una vez más el mito de la “libre elección”, según el cual la mayoría de las mujeres en situación de prostitución habrían elegido libremente ese camino, ignorando así las monstruosas cifras del negocio mundial de la trata e invisibilizando la dura realidad de las mujeres que son obligadas o empujadas por la miseria a ejercer la prostitución.

Una postura que Ciudadanos intenta disfrazar como contraria al “puritanismo” pero que en realidad defiende desde una óptica neoliberal sin escrúpulos, pensando en el enorme negocio que abriría la regulación en manos de un Estado capitalista, como Albert Rivera ya dejó claro en sus declaraciones, en plena campaña en 2015: “En plena crisis hay cálculos que dicen que la tercera actividad económica de Europa podría ser ésta”, afirmando que se podrían recaudar 6000 millones de euros.

Precisamente el neoliberalismo ha transformado la explotación sexual en una industria de enormes proporciones que genera ingentes ganancias para los proxenetas, con la connivencia policial y legislativa. Un buen ejemplo de los desastrosos resultados de una regulación de la prostitución en clave neoliberal está en Alemania: desde la legalización en el año 2002 se ha producido un incremento de las personas en situación de prostitución, ha disminuido la persecución de la trata y es posible encontrar autobuses de turistas que van del aeropuerto a un macroburdel con 1000 plazas para elegir en una carta entre “tarifa plana de chicas”.

Autoorganización de las mujeres y lucha contra el capitalismo patriarcal

El camino para enfrentar la trata y la prostitución -la máxima expresión del cruce entre la opresión de género y la explotación de clase de las mujeres-, no puede pasar por dejar esta tarea en manos del Estado capitalista, ni para su regulación ni para su abolición, porque estamos hablando del mismo Estado que perpetúa y se alimenta de la opresión de las mujeres, la justicia patriarcal que se pone del lado de “la Manada”, los gobiernos que acometen los recortes sociales que acaban redoblando la ya doble jornada de las mujeres, las instituciones donde se cocinan las contrarreformas laborales que nos precarizan cada vez más a las mujeres.

Tenemos como horizonte la abolición de la prostitución porque la consideramos una institución social que se basa en la dependencia y opresión de las mujeres, que las cosifica para satisfacer los deseos sexuales de los hombres a cambio de dinero. La prostitución reproduce y perpetúa la desigualdad de género en el conjunto de la sociedad, naturalizando la disponibilidad de los cuerpos de las mujeres según la demanda, bajo la lógica de la mercantilización.

Pero en la sociedad capitalista, la prostitución es la contracara del matrimonio monógamo, que implica también para millones de mujeres relaciones de dependencia e intercambio de actividades sexuales a cambio de un sustento económico. Esto llega a casos extremos en la compra-venta de niñas para el matrimonio-esclavitud, pero se reproduce en la vida cotidiana de millones de mujeres que se ven obligadas a soportar situaciones de violencia, abuso y violaciones dentro del matrimonio por carecer de medios básicos de subsistencia.

Por eso nos oponemos a todo tipo de moralismo y estigmatización de las mujeres y personas en situación de prostitución, como estamos en contra de estigmatizar a todas las mujeres que soportan relaciones personales de dependencia por necesidad económica. Sin embargo, estamos lejos de la absurda idea sostenida por algunos colectivos que consideran que esta actividad puede llevar a la emancipación de las mujeres o su empoderamiento. Este tipo de posiciones hace caso omiso de la realidad de la prostitución en la sociedad capitalista, donde la amplia mayoría de las mujeres y personas en situación de prostitución lo hacen coaccionadas por la necesidad material y son una ínfima minoría aquellas que pueden “elegir” dedicarse a esta actividad por sobre otras opciones.

Como feministas marxistas creemos que la mercantilización de las relaciones sexuales degrada todas las relaciones entre las personas. Luchamos por una sociedad donde las relaciones sexuales y personales estén basadas en la reciprocidad y la libertad, no en el abuso, el poder, la violencia y el dinero. Una sociedad donde la trata y la prostitución sean cosa del pasado, junto con el Estado, la explotación y toda forma de opresión.

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