Judith Butler y la Teoría Queer
La perspectiva defendida por Judith Butler, surge como oposición al feminismo radical de Estados Unidos en la década de los setenta. Se trata de una corriente feminista, cuyo planteamiento principal es la defensa del patriarcado como un sistema de opresión de los hombres sobre las mujeres que funciona de forma autónoma. A partir de esta idea, se empieza a conceptualizar que los hombres constituyen el enemigo principal de las mujeres, puesto que se benefician de manera general de la opresión de éstas. Por lo tanto, el patriarcado antes que el capitalismo se considera el enemigo principal de las mujeres. Pero a la vez, la teoría de esta autora, se opone al llamado “French Feminism” o “Feminismo de la diferencia”, que bajo la influencia de Lacan acaba convirténdose en un feminismo profundamente esencialista que mantiene el binarismo de género como condición para empezar a pensar la cuestión de la sexualidad.
Butler, por su parte, tratará de ofrecer una visión alternativa tanto al esencialismo de la diferencia como al constructivismo social.
Los principales conceptos en la obra de Butler y la “teoría queer”.
Butler, define el “género” como “significados culturales que acepta el cuerpo sexuado”. Ella no se centra simplemente en la dimensión cultural del “ser hombre“ y lo “masculino“ o el “ser mujer“ y lo “femenino“ en sí mismos, sino a través de qué medios y con qué fines se realiza esta construcción.
Su crítica a la heteroseuxalidad cómo régimen de poder y disciplinamiento, ubica a los cuerpos como receptores discursivos que adquieren el género a través de la repetición práctica y constante de unas caracterísitcas concretas. El género para Butler son”actos y gestos, deseos actuados y articulados crean la ilusión del género, una ilusión mantenida discursivamente para regular la sexualidad dentro del marco obligatorio de la heterosexualidad reproductiva.”
Para la autora, el cuerpo no existe por fuera de los discursos que le dan forma. El género no es natural, sino performativo. A lo largo de su obra, tratará de responder a la pregunta de por qué solo hay una forma de ser hombre/masculino y de ser mujer/femenino.
El concepto de “universalización de la identidad”, es clave para tratar de responder a esta pregunta. Según la autora, el discurso heteronormativo disciplina los cuerpos en base a una forma ideal y ficticia de “ser hombre“ y “ser mujer“. La idea en sí misma no existe más que como producto ideal que nunca llegará a realizarse, en cambio, en la realidad tienen lugar diferentes prácticas imitadoras. Como esta idea nunca llega a relizarse provoca que tengan lugar múltiples formas diferentes de acercarse al ideal. Este proceso es enormemente opresivo. Por una parte porque el discurso disciplinario de la identidad universal nos permite una sola forma que nunca acabamos de desarrollar totalmente, pero por la otra, porque desecha todas las demás fórmulas alternativas de desarrollar nuestra identidad.
En la obra de Judith Butler, el problema de la opresión está íntimamente ligado a la idea identidad universal. No es el capitalismo en sí, no es la relación entre el capitalismo y el patriarcado, sino la propia construcción cultural de “ser hombre“ o “ser mujer“. Para ella la “heterosexualidad normativa”, considerada un pilar fundamental para el mantenimiento del sistema capitalista, directamente relacionada con el mantenimiento de un sistema de división sexual del trabajo y disciplinamiento de los cuerpos, podría subvertirse a través de las prácticas paródicas performativas, abriendo una grieta irreparable en los estereotipos de género.
Sin embargo, llegados a este punto, la pregunta que se nos presenta es la siguiente ¿Es posible acabar con la opresión sin romper con las estructuras materiales que la producen? O, lo que es lo mismo ¿Es posible acabar con el binarismo de género, la heterosexualidad normativa, manteniendo el capitalismo?
La democracia plural y radical ¿Es posible liberarse dentro del capitalismo?
Cómo decíamos, es mediante la repetición ritualizada de las carcterísticas como los individuos, los cuerpos, asumen su género y por ende, su lugar en el orden social. Por lo tanto existe la posibilidad de desplazar este orden simbólico mediante la performatividad misma. La reproducción constante de los “géneros de la no coherencia” mediante la práctica de lo que ella llama el “nomadismo de género”, tendrían la capacidad de golpear hasta la destrucción el carácter hegemónico de la heterosexualidad normativa y desplazar el “significado original”, núcleo de la opresión.
Por una parte lo que se sucede de esto es una apuesta política por la proliferación de prácticas individuales, donde el propio cuerpo y la propia identidad son el único campo de batalla fértil para liberarnos de la opresión. Su apuesta política es destruir la opresión de la mujer, destruyendo la propia identidad de “mujer“, a través de la suma de prácticas individuales que la cuestionen.
Lo que el feminismo de los años 60 y 70 planteaba hasta este momento, que era la alianza colectiva para luchar contra un sistema de sometimiento colectivo hacia las mujeres y hacia la comunidad LGTBI, y que se identificaba como el capitalismo y el patriarcado, no son cuestiones prioritarias para la autora.
En sengundo lugar, lo que de esto se desprende es una renuncia a la posibilidad de acabar con el poder como elemento de opresión. Puesto que toda práctica genera exclusión, a lo máximo que podemos aspirar es a una democracia radical y plural en la que proliferen los espacios en los que las relaciones de poder muten constantemente. Desde su visión foucaultiana, los sujetos se forman a través de la exclusión, y toda resistencia al poder dará origen a un nuevo discurso de poder, algo que en terminos prácticos significa aceptar la derrota antes de dar la batalla.
Lo que ocurre es que Butler no plantea cual sería el carácter de clase de esa supuesta democracia radical. ¿Se va acabar la opresión de la identidad manteniendo un sistema de explotación en el que la identidad y la expresión hegemónica va ligada a una forma concreta de explotación del trabajo y a una forma concreta de organizar la reproducción? Tampoco explica cuál será el proceso de construcción de esta supuesta democracia radical. Un proceso en el que el sujeto de la transformación ya no es un sujeto colectivo, a saber, la clase trabajadora, sino un sujeto individualizado que a lo sumo consigue a través de su propia práctica individual crear ciertos espacios marginales que consigan romper momentáneamente con la opresión de la identidad.
Sin embargo, como plantea Andrea D’Atri en Feminismo y Democracia en Judith Butler: “la democracia de los ciudadanos libres, fraternos e iguales, tiene necesariamente que incluir como contrapartida para su realización la existencia de una clase que ha expropiado históricamente a la humanidad de los medios de producción”.
¿Cuál será el proceso de la construcción de esta supuesta democracia plural y radical? Para la autora ya no es mediante la destrucción del capitalismo, sino mediante la lucha por la apertura de nuevos espacios políticos alternativos en el interior mismo de la democracia capitalista.
Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, profundizan mucho más este razonamiento en Hegemonía y Estrategia Socialista, y afirman que “el proyecto de una democracia plural y radical en un primer sentido no es más que una lucha por una autonomización máxima de esferas a partir de la generalización de la lógica equivalencial e igualitaria” y añaden “una vez rechazada la idea de la clase obrera como “clase universal” se puede reconocer la pluralidad de los antagonismos que tienen lugar en el ámbito de lo que arbitrariamente se engloba bajo la etiqueta de “luchas obreras” y la importancia inestimable de gran parte de ellas (como la lucha por la liberación sexual) para la profundización del proceso democrático”. El único marco de actuación para las autoras es la democracia burguesa capitalista, y el único horizote alcanzable sigue siendo la democracia burguesa rechazando la centralidad de la clase obrera y su acción política. La perspectiva revolucionaria acaba siendo sustituída por una práctica reformista, que siembra la idea de que es posible mediante la acumulación de pequeñas reformas humanizar el capitalismo hasta el punto de que deje de ser un sistema generador de miserias y opresión.
Feminismo radical, de la diferencia y teoría queer:
El feminismo radical, el feminismo de la diferencia y la teoría queer mantienen visiones diferentes sobre el género, el sexo y la sexualidad pero siguen manteniendo importantes puntos de contacto. Como dice la autora Cinzia Arruzza, en su libro „Las sin parte, matrimonios y divorcios entre feminismo y marxismo“: “lo que han compartido en general ha sido un desplazamiento radical de atención al plano del discurso y del lenguaje como lugar de definición de la identidad de género y de la formación de una jerarquía entre sexos”.
En el plano teórico, la consecuencia de esto ha sido reducir la atención a la dimensión ideológica de la opresión de género, reduciendo a lenguaje y discurso la compleja realidad social sin prestar atención a los elementos materiales que constituyen la desigualdad. Por otra parte, contribuye a formar una percepción deshistorizada del patriarcado, priorizando la lucha contra éste por encima de cualquier otra cosa, como el capitalismo. Algo que desde estas perspectivas o bien no guarda relación o su interrelación no es prioritaria, puesto que con la desaparición del patriarcado como sistema autónomo las mujeres, los géneros y la sexualidad serán capaces de liberarse.
Este es un planteamiento totalmente inverso al marxismo, que trata de comprender los condicionantes materiales que permiten el surgimiento y el desarrollo de la desigualdad, comprendiendo las características y especificidades históricas y contextuales, para profundizar en la relación dialéctica que se da entre el capitalismo y el patriarcado.
La falta de una perspectiva “totalizante” como la que ofrece el marxismo, tiene también como hemos visto fuertes implicaciones políticas. La falta de atención en las estructuras materiales de la desigualdad se convierten de facto en la imposibilidad de ofrecer una salida real a la opresión de las mujeres y la sexualidad, que acaba sustituyendo la idea de la emancipación por la idea de la humanización del capitalismo y la idea de destruir la democracia liberal burguesa por la idea de hacer menos opresiva esta misma democracia, haciéndola más radical y plural, pese a que esta misma democracia tenga su condición de existencia la desigualdad y la opresión de millones de personas para beneficio de unos pocos.