Las Kellys: “¿Donde nos hemos desgastado si no es en el trabajo?

Las Kellys: “¿Donde nos hemos desgastado si no es en el trabajo?

Las enfermedades laborales que sufren Las Kellys son en su mayoría músculoesquéleticos y neurológicos, aunque hay muchas más. La ansiedad, las intoxicaciones, los problemas gástricos y los trastornos alimentarios, son otros de las muchas consecuencias que tienen las largas jornadas laborales, los movimientos repetitivos sin descanso sobre su salud. No se salva nadie, nos advierten. Todas sus compañeras antes o después caen enfermas, incluso las más jóvenes. Para los empresarios, las mutuas y los responsables políticos, tiene que tratarse de una casualidad; esto o piensan que estas trabajadoras tienen una doble vida en la cual, al salir del trabajo, tendrían que ser deportistas de élite, si se fijan en el desgaste de sus articulaciones, tendones y músculos.

Silvia tiene 56 años y lleva 20 trabajando como camarera. Está operada de las dos manos, las cervicales y caderas desgastadas, y soporta el dolor a base de pastillas. Cuando tuvo el problema en las manos, la empresa le decía que se lo estaba inventando, y estuvo yendo de la seguridad social a la mutua como si fuera una pelota y no una trabajadora destrozada por los ritmos del trabajo y la avaricia de los grandes hoteleros que nunca tienen suficiente.

Vania: “El tema está en el centro de trabajo no quiere reconocerlo como enfermedad laboral y quiere que lo asuma la Seguridad Social. Cuando la Seguridad Social ve que es una enfermedad laboral, te devuelve a la mutua. Al final, entras en este bucle hasta que la Seguridad Social acaba atendiéndote. Pero esto va en nuestro detrimento porque si has tenido un accidente laboral y te lo ponen como enfermedad común, salimos perdiendo nosotras, porque no se nos reconocen ciertas cosas que nos beneficiarían, como una invalidez. Algo pareciendo es lo que le ha pasado a la Roxy, que es una situación increíble.”

Realmente, la historia de Roxy, es de las que te llena de una rabia tan profunda que te lleva a querer acabar de raíz con este sistema.

Roxy tiene 55 años y lleva como camarera 18 años. Está operada de las dos muñecas y de los ojos por los efectos de los productos químicos. Hace un tiempo, mientras trabajaba, se hizo mucho de mal en los brazos y hoy en día tiene una invalidez del 33% que le impide trabajar de camarera, pero que no le permite sobrevivir.

Roxy: “Me hice daño mientras trabajaba y grité a recepción para que alguien viniera a ayudarme pero se lo tomaron como broma. Cuando bajé los dije que no podía continuar haciendo la habitación y me contestaron que tenía que acabar porque el cliente estaba aquí esperando. Les pedí la orden para ir a la mutua y me dijeron que no sabían nada de esto. Uno de los jefes que era allí me dijo que me fuera a la Cruz Roja. Yo no sabía que tenía que telefonear a una ambulancia y me fui a la Cruz Roja con mis propios medios. Cuando llegué, me hicieron una placa y vieron que tenía los tendones rotos y que tenía que ir a la mutua porque había pasado en el trabajo. Cuando llegué a la mutua me dijeron que hacía tiempo que yo tenía los tendones desgastados y por eso se me habían roto. Pero era mentira; ellos están en convenio con el hotelero.”

Vania: “Aunque fuera así, ¿dónde se ha desgastado ella los tendones? En todos los años que lleva trabajando en el hotel, en el mismo hotel siempre! Y esto es lo que pasa hoy en día.”

La situación actual de la Roxy es que antes de que la operaran -en la Seguridad Social-, el tribunal médico le comunicó que le daban una invalidez del 33% por la cual cobra poco más de 600€ en el mes, porque consideran que, con los brazos tal como los tiene, puede trabajar de cualquier otra cosa que no sea de camarera de hotel.

Las Kellys siempre han denunciado la sobrecarga de trabajo y los ritmos que los imponen para hacer más habitaciones con menos personal y en menos tiempo, con movimientos repetitivos y moviendo grandes pesos diariamente. En estas condiciones, más bien que tarde aparece alguna de las muchas enfermedades que tienen en su sector, que son recurrentes por no ser tratadas. La pregunta entonces es como actúan las empresas cuando tienen que coger repetidas veces la baja o se ponen enfermas.

Roxy: “a mí me dio una embolia y el director me dijo que si estaba tan cansada que si quería podía marchar, y me dijo que no me tocaría mi contrato y que nada tenía que ver la sobrecarga de trabajo que nos daban. Le dije que no nos enfermamos porque volamos sino porque el cuerpo no puede más y dice basta. El director me miró y me dijo “tú misma, mañana si te quedas sin pierna o sin brazo, será tu problema; yo te estoy invitando que si te sientes mal te vayas a casa a descansar”. Ellos te ven como números, mientras tú puedas trabajar te tienen aquí, cuando no sirves te dan la patada.”

Silvia: “ A mí cuando tuve problemas de muñeca, fui a que me hicieran una revisión y me dijeron que me pondrían una infiltración. Estuve dos meses de baja y no me la hacían, así que me llamaron al despacho de la empresa y me invitaron que hiciera la baja voluntaria del trabajo, para que no siguiera de baja.”

Roxy: “Yo estoy operada de las dos manos, de los dos ojos porque a los hoteles los líquidos que se usan son muy fuertes. Los anticales que usábamos sacaban humo cuando los echabas a la bañera. Una vez, al ir a limpiar, me empezó a sangrar la nariz y me asusté mucho. Casi me desmayé y mi jefa no fue capaz de telefonear a una ambulancia.”

Cuando algunas de las Las Kellys explican cómo es su jornada laboral en cualquier día normal, llama la atención que siempre señalan que, para intentar salir a su hora, o al menos no muy más tarde, no bajan a comer ni hacen descansos. Esto también tiene consecuencias a su salud.

Miriam: “Empecé a trabajar hacia el 2001 en un hotel de 5 estrellas donde no nos daban de comer. Entraba a las 9 y podía salir sobre las 19 o 19.30. Entraba sin almorzar a trabajar y no tenía tiempo por comida. Me empezó a hacer muchísimo mal el estómago y me dio gastritis, con un dolor insoportable, sin poder dormir, sin que me sirvieran los medicamentos. Hasta que encontraron un medicamento que me servía y tuve que dejar de comer ciertos alimentos porque no me quemara el estómago, y así tuve que estar muchos años. Además, la carga emocional de la carga del trabajo, yo empecé a tener principios de migrañas.

Estuve una semana cada día después de trabajar yendo a urgencias, y me daban una pastilla que no me hacía nada. Iba a trabajar con dolor de cabeza y cada día al salir a las 19.30 volvía al médico, y ya en la cuarta vez me pusieron una inyección, y el día siguiente, y siguiendo con las pastillas. Al final se me pasó, pero si no se me llega a parar seguiría ahora con dolor de cabeza.”

Silvia: “Yo no bajaba a comer para poder salir a mi hora y mi gobernante me decía que si no bajaba a comer era porque me organizaba mal.”

Esta lista de enfermedades a la cual se suman la cistitis porque no pueden ir al baño para poder acabar todas las habitaciones, las intoxicaciones por inhalaciones de productos tóxicos, los desmayos y lipotimias por no comer y por el estrés de la carga de trabajo, o la fibromialgia, va acompañada de la represión para organizarse o para exigir unos derechos laborales. Cuando se quejan de las condiciones en las cuales están trabajando pasan a convertirse en “las malas” para el hotelero, a las cuales hay que castigar y poner a hacer trabajos extra, como limpiar los parabrisas de los coches del parking o los vidrios de la piscina, para aleccionar o desmoralizar.

Cómo decíamos al principio, una de las reivindicaciones de Las Kellys es que se reconozcan todas las enfermedades laborales y exigir la jubilación anticipada. Exigen el reconocimiento de todas las enfermedades que comprenden el aparato musculoesquelético, porque, como nos señala Miriam, los movimientos repetitivos y la sobrecarga de trabajo te llevan a enfermar.

En estos momentos, se reconocen tres enfermedades laborales del sector: el síndrome del túnel carpiano, la epicondilitis y la bursitis. Pero, tal como señalaban ellas mismas, el empresario no quiere ceder en este reconocimiento y costa mucho que se las reconozcan, a pesar de estar publicadas al BOE.

Nos despedimos, con la promesa de continuar viéndonos en las calles, en los 8 de marzo y donde haga falta, peleando por unos derechos que nunca, nadie nos ha regalado. La militancia por una sociedad en la cual no haya explotación ni opresión se reafirma cuando se escuchan, y se sufren, todos estos abusos patronales. Porque la vida es algo más, tiene que ser algo más, que sobrevivir para llenar los bolsillos de un puñado de parásitos que se alimentan con el nuestro trabajo, nuestra fuerza y nuestra salud, hasta que los dejamos de ser útiles y nos convertimos en “los rotos” de un sistema que rechaza el que no es productivo.

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