El estalinismo y la pesada herencia homofóbica
Dado que el fin último del marxismo es la liberación de la humanidad en todas las áreas de la vida y el desarrollo más pleno posible del individuo, sería una corrupción de nuestros principios mantenernos indiferentes a la miseria que cada ser humano sufre en la sociedad de clases. En la actualidad, alrededor del mundo se siguen reproduciendo las lógicas de la homofobia, por parte de las tendencias de extrema derecha y la iglesia. Sin embargo, una pesada herencia dentro de la izquierda a nivel mundial dejó el Estalinismo, arrasando con las conquistas de la Revolución Rusa de 1917 y contra las medidas que en un primer momento impulsaron los bolcheviques de Lenin y Trotsky.
A continuación revisaremos las medidas que tomó Stalin en la URSS contra la homosexualidad
La joven república soviética abrió nuevas oportunidades a la exploración, el desarrollo y la expresión del potencial humano en muchas áreas de la vida. Pero gran parte de esta estimulante libertad de esos primeros años se vio asfixiada en el proceso de la degeneración burocrática Estalinista en la que cayó el estado obrero.
Con el fin de consolidar su poder y asegurar la pasividad social, a la burocracia soviética de Stalin (que mandó a expulsar, exiliar y luego asesinar a quienes se oponían a su burocracia, como el caso del revolucionario León Trotsky) le pareció necesario rehabilitar muchos de los viejos prejuicios e instituciones sociales burgueses responsables de la opresión tanto de la mujer como de los homosexuales (en especial la estructura familiar).
En 1928 comenzó a verse este giro; el dr. Nikolai Pasche-Oserki afirmó que la homosexualidad era un “peligro en potencia” y atacó también las conquistas de las mujeres, entre ellas el aborto. En 1930 Batkis, autor de “La revolución sexual en Rusia” adoptó una postura totalmente defensiva en ambas cuestiones, homosexualidad y aborto. Un editorial de Pravda dijo: “La élite de nuestro país, lo mejor de la juventud soviética, está integrada, como regla general, por excelentes padres de familia que aman apasionadamente a sus hijos. Y viceversa: el hombre que no se toma en serio el matrimonio, y abandona a sus hijos a los azares del destino, acostumbra a ser un mal trabajador y un dudoso miembro de la sociedad…”. El mismo editorial continuaba: “hace tiempo que la paternidad y la maternidad son virtudes de nuestra patria”.
A inicios de los años 30, se pasó a la acción y comenzó la discriminación, la vigilancia y la detención masiva de homosexuales, entre ellos personalidades del mundo literario, artistas y músicos. La defensa acérrima de la homosexualidad, llevada a cabo por parte de viejos revolucionarios, como Clara Zetkin, no fue suficiente para frenar la situación. Los detenidos podían ser condenados a varios años de cárcel o al exilio siberiano. Se produjo una oleada de pánico entre los homosexuales, y fueron seguidos, tristemente, por numerosos suicidios, incluso en el propio Ejército Rojo.
En marzo de 1934, se introduce una nueva ley, resultado de la intervención directa de Stalin, en el código penal: los actos homosexuales fueron castigados con hasta ocho años de cárcel. La prensa estalinista emprendió una campaña contra la homosexualidad, que calificó de signo de degeneración humana. Uno de los personajes que trató con más brutalidad la cuestión homosexual fue Máximo Gorki, que en su artículo “Humanismo proletario” argumentó: “En los países fascistas, la homosexualidad, azote de la juventud, florece sin el menor castigo; en el país donde el proletariado ha alcanzado el poder social, la homosexualidad ha sido declarada un delito social y es severamente castigada. En Alemania ya existe un lema que dice: “Erradicando a los homosexuales, desaparece el fascismo”.
Ciertamente, el retroceso en materia de libertad sexual que conllevó la llegada del periodo estalinista no devolvía a la Unión Soviética a un punto diferente del cual se encontraban la gran mayoría de países europeos, y hasta cierto punto reflejaban la verdadera naturaleza de la(s) sociedad(es) soviéticas. No obstante el punto significativo de los cambios en esta cuestión que tuvieron lugar tras 1934 deben leerse de forma dinámica, pues si bien la foto fija de la URSS con Stalin no era particularmente diferente en materia de libertad sexual a los demás países capitalistas, la suma de los fotogramas que la preceden refleja el carácter regresivo de estas reformas. Stalin no conservó un status quo heredado de la(s) sociedad(es) del imperio zarista, sino que desmanteló los avances hechos por los revolucionarios bolcheviques, no meramente en la cuestión sexual sino también en lo que se refiere a derechos de las mujeres, libertades políticas dentro y fuera del partido, etc.
La homofobia, al igual que cualquier otro prejuicio de la sociedad capitalista, sirve para dividir, desmoralizar y disciplinar al proletariado y minar su capacidad de comprender sus propios intereses históricos. La participación común en la lucha de clases y la batalla por la justicia social puede reducir la homofobia en la clase trabajadora y en otras capas de los oprimidos.
No importa el progreso que se haya alcanzado en las décadas recientes, la homofobia sigue siendo un “punto caliente” para la derecha reaccionaria y una herramienta de poder para la defensa del status quo, por ende, mantener la homofobia dentro de la izquierda es por completo anti-revolucionario. Es vital que abracemos la problemática de la opresión de los homosexuales y transexuales. En una sociedad sin clases, el estado, y junto a él la familia nuclear, comenzarán a marchitarse y a ser reemplazados por formas de asociación de los seres humanos que sean más libres y voluntarias, en las cuales la sorprendente plasticidad de la sexualidad humana pueda expresarse sin temor, prejuicio, ni la ansiedad con la que la sociedad capitalista patriarcal y sectores de la izquierda estalinista ha tratado tradicionalmente a las “desviaciones” sexuales.
Por Javier Ilabaca