La emancipación de la mujer en la experiencia de la revolución rusa de 1917

La emancipación de la mujer en la experiencia de la revolución rusa de 1917

Hola a todxs, gracias por participar de la segunda sesión del taller de Género y marxismo en Madrid.

Hoy la propuesta es abordar la experiencia de la revolución rusa de 1917, la que podemos considerar, durante sus primeros años de existencia, un verdadero laboratorio histórico de las políticas revolucionarias. En ese entonces, mujeres y hombres de la clase obrera tomaron el cielo por asalto y conquistaron por primera vez un gobierno de los trabajadores. Demostraron que era posible superar el capitalismo, su explotación y su opresión, y comenzar a dar pasos en la construcción de una sociedad verdaderamente libre. Aún cuando esa experiencia fue abortada y desfigurada, dando lugar al surgimiento del monstruoso estalinismo y una dictadura burocrática sobre obreros y campesinos, esto no debe empañar que ese intento fue realizado. Rechazar de conjunto esa experiencia, como se convirtió en la moda intelectual postmoderna y neoconservadora de las últimas décadas,  sería como condenar a un grupo de trabajadores por haber intentado luchar en una huelga  pero haber tenido una derrota. O condenar a un niño, cuando comienza a dar sus primeros pasos, cae y se golpea, diciendo “nunca deberías haberlo intentado”. Por el contrario, nosotras rescatamos la forma en la cual la revolucionaria Rosa Luxemburgo se refirió a las trabajadoras y trabajadores de la Rusia revolucionaria, contra todo escepticismo: ¡Ellos lo hicieron, ellos se atrevieron!

Propongo abordar el tema de hoy de dos maneras. En primer lugar realizar una breve exposición más conceptual, acerca de cuáles eran los principales debates teóricos y políticos que se plantearon lxs marxistas, lxs bolcheviques, sobre la cuestión de la mujer, sobre cómo terminar con la opresión de género, y qué medidas transicionales tomar en este camino hacia el socialismo.

En segundo lugar, un abordaje histórico más concreto, para ver cuál fue el desarrollo que tuvieron los acontecimientos, las dificultades y las contradicciones con que se encontraron para implementar aquellas medidas. Finalmente, algunos elementos que explican cómo ocurrió la transformación de esa experiencia revolucionaria en su contrario, una dictadura estalinista con un estado cada vez más fuerte, liquidando la democracia obrera, controlando los deseos y los cuerpos, reproduciendo las antiguas  opresiones. Para el taller de hoy nos basaremos fundamentalmente en el libro de Wendy Z. Goldman, La Mujer, el estado y la revolución. Este libro fue traducido al castellano por nuestras compañeras de Pan y Rosas de Argentina, y este año lo publicamos también en el Estado español, como un aporte para estos debates tan necesarios.

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La política bolchevique, explica Wendy Goldman, se basaba en la idea de que “la emancipación de las mujeres dependía de la abolición de la propiedad privada y la creación de la economía doméstica comunal. Bajo el socialismo, las relaciones entre los sexos estarían basadas en el afecto mutuo, no en la propiedad. Las relaciones se convertirían en un ‘asunto puramente privado’, que atañería ‘sólo a las personas involucradas’”.[1]

Y más adelante señala que su política se basaba en cuatro pilares programáticos fundamentales: la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado, la socialización del trabajo doméstico, la extinción de la familia y el amor libre. Vamos a abordar cada una de estas cuestiones brevemente.

a) Sobre la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado:

Planteamos en la sesión anterior que ésta es una tendencia del propio desarrollo del capitalismo. Es el capital el que “rompe” y “fragmenta” a su manera la vieja estructura familiar, al incorporar a la mujer al trabajo asalariado, sentando importantes bases materiales para su emancipación. Pero dijimos también que el capitalismo lo hace “a su manera”, sin desarrollar sus tendencias hasta el final, y por lo tanto subordinando a las mujeres en el ámbito laboral a nuevas formas de la opresión de género y la explotación de clase.

Esto va a expresarse de diversas formas. Por  ejemplo, el salario más bajo de las mujeres (brecha salarial desigual que se mantiene en la actualidad). Por un lado, permite “presionar a la baja” al salario obrero en general. Es una forma de presionar el salario obrero a sus mínimos de subsistencia. Por otro lado, respecto a las mujeres, ¿por qué se paga menos? Hay una justificación “moral” reaccionaria supuesta detrás de esto, que es que el trabajo femenino es “complementario” del salario familiar, no el central, y además que la mujer tiene otra “actividad” central que es no-laboral, sino en el ámbito privado.

También hablamos de cómo surge un debate a nivel legislativo y de la teoría social, sobre si debe protegerse o no el trabajo femenino, donde se plantea que su rol “natural” es ser madre, y que debe estar menos tiempo que el hombre  en el ámbito del trabajo, etc.

Aparece otra relación de la opresión de género y la explotación de clase, que es el acoso laboral, que implica una forma de sometimiento y de humillación hacia las mujeres basada en la autoridad jerárquica del jefe, del patrón.

Sin embargo, aún cuando el capitalismo utiliza el trabajo de las mujeres en estas pésimas condiciones, hay que defender su incorporación masiva al trabajo, porque en esto justamente se apoya una posibilidad de su emancipación. Somos contrarias a los que impulsan (con las políticas de austeridad, recortes y despidos en el Estado español)  su regreso a la “prisión” del hogar y el trabajo doméstico, porque eso sería un retroceso gigantesco.

b) La socialización del trabajo doméstico

Este punto va a ser uno de los más debatidos y donde las políticas concretas de los bolcheviques se van a comenzar a implementar, no sin enormes contradicciones.

Para abordarlo primero conceptualmente: ¿qué significa para el capitalismo el trabajo doméstico de las mujeres? Planteamos en el encuentro anterior que el trabajo doméstico es trabajo no pagado ni reconocido socialmente, invisibilizado. Pero trabajo necesario y fundamental para la producción y la reproducción de la fuerza de trabajo. Es un trabajo que permite la reproducción de la fuerza de trabajo (que es una energía que se agota con el tiempo y debe reponerse con comida y descanso), por lo tanto fundamental para los capitalistas. Por eso las  amas de casa de las familias obreras son parte de la clase obrera, aun cuando no obtengan un salario a cambio de su trabajo.

Una de las primeras tareas que se planteaban los marxistas de entonces era que la propia clase obrera tomara conciencia de esto, y rechazara la opresión de las mujeres en el ámbito doméstico.

Una reflexión de Lenin al respecto, citado por la marxista Sharon Smith, en un artículo que se llama “Marxismo y feminismo”:

 “¿Podría haber una prueba más palpable (de la continua opresión de las mujeres) que la de la visión corriente de un hombre observando, tranquilamente, como una mujer se agota con un trabajo trivial y monótono, trabajo que consume mucha fuerza y mucho tiempo, como es el doméstico y viendo, en ella, como su espíritu se encoje, su mente ensordece, su corazón se debilita y su voluntad languidece?…muy pocos maridos, ni siquiera los proletarios, piensan en lo mucho que podrían aliviar las cargas y preocupaciones de sus mujeres o, incluso, eliminarlas por completo, si les “echaran una mano” en ese ‘trabajo de mujeres’. Pero no, eso iría contra el ‘privilegio y la dignidad del hombre’. Él exige su comodidad y su descanso…”

Allí Lenin plantea una crítica aguda al trabajador que no cuestiona el rol asignado a las mujeres obreras. Plantea la necesidad de dividir ese trabajo pesado, compartirlo. ¿Pero es ésta la propuesta marxista? ¿Una división de tareas dentro del ámbito doméstico? Digamos que esa es una cuestión elemental, para empezar, pero no se puede considerar la salida de fondo. Los marxistas revolucionarios planteaban la necesidad de socializar las tareas domésticas, o lo que es lo mismo, sacar esas tareas del ámbito privado e individual, para transformarlo en un trabajo social, comunal. No se trataba de dividir el trabajo entre mujeres y hombres al interior del hogar, sino de buscar que ni las mujeres ni los hombres tuvieran que soportar la carga del trabajo rutinario y monótono de las tareas domésticas. Que éste pudiera transformarse en una rama más de la producción social, como la confección de ropa (que antes se hacía en los hogares), o la metalurgia, etc.

¿Y cómo lograrlo? Mediante la implementación de guarderías, lavanderías y comedores comunitarios que eliminasen la carga de las tareas domésticas para las mujeres. Estas, justamente, fueron algunas de las primeras medidas que tomó la revolución.

Wendy Goldman señala en su libro que Alexandra Kollontai, una de las dirigentes bolcheviques mujeres más destacadas, analizaba de manera optimista el estado debilitado de la familia al final de la guerra civil:

“En los tiempos actuales, cuando la alimentación social ha reemplazado el consumo individual y se ha convertido en una rama independiente de la economía del pueblo, no permanece ni una sola de las ataduras económicas que durante siglos creaban estabilidad para la familia proletaria”.[2]

Como el Estado ya había asumido en gran parte las tareas de criar y mantener a los niños, explicaba Kollontai, una vez que el trabajo doméstico fuera transferido al ámbito del trabajo asalariado, no quedaría nada de la familia, salvo un “lazo psicológico”.

En el mismo sentido declaraba Trotsky que cuando el “lavado [estuviera] hecho por una lavandería pública, la alimentación por un restaurante público, la costura por un taller público”, “el lazo entre marido y mujer sería liberado de todo factor externo y accidental”. Se desarrollaría un nuevo tipo de relaciones humanas, ya no constreñidas por la dependencia económica, sino basadas en los sentimientos y el deseo compartido entre las personas.

Lo que nos lleva directamente a la tercera cuestión, la de la familia.

c) Sobre la cuestión de la familia:

Ya señalamos en la reunión anterior que desde el marxismo se plantea la existencia una relación profunda entre tres elementos: la división de las sociedades en clases enfrentadas, la constitución de la familia bajo el derecho paterno cómo institución central de la sociedad, y el surgimiento del Estado como órgano de la dominación.

En su clásico trabajo “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, Engels recorre diversas obras que analizan el origen histórico de la forma familiar que conocemos en la actualidad, basada en el derecho paterno y la monogamia, el matrimonio.

Plantea una idea que parece muy elemental, muy sencilla,  pero es de gran importancia: la familia es una institución social e histórica. No existió siempre y se fue transformando a lo largo de la historia. La clave de esta definición es que si la institución familiar no existió siempre, tampoco debe existir para siempre. El mismo planteo se puede hacer en relación a la sociedad de clases y al Estado.

Analizando diferentes formas históricas, plantea que existieron varias  formas de matrimonio: la poligamia, la poliandria, o en otros pueblos lo que algunos llamaron un “matrimonio por grupos”, o comunal marriage. Engels plantea que con el desarrollo de las sociedades agrícolas y la crianza de animales, se impuso el derecho paterno, ligado a la transmisión de la propiedad de padre a hijos y la monogamia.

“El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción. Esta baja condición de la mujer, que se manifiesta sobre todo entre los griegos de los tiempos heroicos, y más aún en los de los tiempos clásicos, ha sido gradualmente retocada, disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida.”[3]

Y más adelante señala lo siguiente:

“Para asegurar la fidelidad de la mujer y, por consiguiente, la paternidad de los hijos, aquélla es entregada sin reservas al poder del hombre: cuando éste la mata, no hace más que ejercer su derecho.”[4]

Sobre la familia y la monogamia:

“La familia monogámica. (…) Se funda en el predominio del hombre; su fin expreso es el de procrear hijos cuya paternidad sea indiscutible; y esta paternidad indiscutible se exige porque los hijos, en calidad de herederos directos, han de entrar un día en posesión de los bienes de su padre.”

De este modo en las sociedades “modernas” se castiga la infidelidad de la mujer, mucho más que en sociedades anteriores. Pero al hombre si se le permite la multiplicidad de relaciones sexuales extramatrimoniales. Por  ejemplo el Código de Napoleón lo reconoce como derecho para el hombre, mientras lo penaliza en las mujeres.[5]

Partiendo de esta comprensión histórica del papel de la familia en las sociedades de clase, y del rol subordinado de las mujeres dentro de ella, de su dependencia económica, cultural y sexual, las y los marxistas se plantearon vías concretas para “mandar a la familia a un museo de historia” junto a otros trastos inútiles, buscar las vías para superarla, aboliendo todos los lazos de dependencia económica, y reemplazándola por la instauración de relaciones libres.

d) Sobre el amor libre y las uniones libres

Wendy Goldman da cuenta de los debates intensos entre las y los revolucionarios, sobre la cuestión del amor libre. Este debate, comenta la autora, volvería con fuerza hacia fines de los años 60 con la radicalización de la juventud y la oleada de lucha de clases que recorre el mundo. Pero ya había sido planteado durante la revolución rusa, con diferentes posiciones entre lxs revolucionarios.

“Pero, ¿durante cuánto tiempo se pretendía que durasen las uniones basadas en los sentimientos mutuos? ¿Por un día, un año, una vida entera? Los teóricos soviéticos tenían respuestas distintas. Algunos pronosticaban una sexualidad libre, limitada sólo por el deseo natural. (…) Kollontai sostenía que la moralidad, al igual que la familia, estaba construida históricamente y por ende sujeta a cambios. “En la naturaleza, no existe ni la moralidad ni la inmoralidad”, escribió. “La satisfacción del instinto sano y natural sólo deja de ser normal cuando trasciende los límites establecidos por la higiene””

Y prosigue Wendy Goldman:

“Semen Iakovlevich Vol’fson, sociólogo y profesor de derecho, economía y materialismo dialéctico, estaba de acuerdo con Kollontai al argumentar que la duración de un matrimonio estaría “definida exclusivamente por el deseo mutuo de los cónyuges”. El afecto y la atracción serían los únicos factores determinantes de la duración de una relación. Contra la predicción de Kautsky de que la familia se preservaría bajo el socialismo como una “unidad ética”, Vol’fson bramó: “La familia como ‘unidad ética’, despojada de sus funciones sociales y económicas, es sencillamente una tontería””

El amor libre era la aspiración a que las relaciones humanas, de amistad, de amor o sexuales, estuvieron basadas en el deseo y la libertad, y no en las dependencias económicas o las prohibiciones morales o sociales.

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¿Cómo lograr este objetivo? ¿Con qué medidas? ¿Se podía resolver una opresión milenaria, superar unas costumbres y una cultura patriarcal por decreto, al momento mismo de hacer la revolución?

Los bolcheviques pensaban que no, que no era posible de un plumazo, en un día, borrar siglos de cultura y costumbres. Que después de tomar el poder la revolución no terminaba, sino que al contrario recién debía iniciarse un proceso de revolución permanente, en las costumbres, las ideas, la cultura, la vida cotidiana, la relación de las masas con el arte, etc. Al mismo tiempo que planteaban que debía extenderse la revolución a nivel internacional, porque el capitalismo no se podía vencer en la escala de un solo país. Por lo tanto  pensaban que había tomar medidas, que tenían un carácter transitorio, para ir dando pasos hacia ese objetivo del socialismo, de la eliminación completa de la familia, del estado y de las clases.

Con este espíritu elaboraron el Código Soviético de 1918. Según Wendy Goldman:

“El Código fue redactado en consonancia con su obsolescencia eventual.  Goikhbarg escribió: “El poder proletario redacta sus códigos y todas sus leyes en forma dialéctica, de modo que cada día de su existencia socave la necesidad de su existencia”. En suma, el objetivo de la ley era el de “tornar superflua la ley””[6]

Las y los revolucionarios confiaban plenamente en la posibilidad de abolir el matrimonio y la familia, la ley y el Estado. Porque en una sociedad comunista el estado desaparece y con él toda regulación opresiva sobre las relaciones humanas. Pero para alcanzar ese objetivo, el Estado transitorio de los obreros y obreras rusos debía avanzar en medidas concretas. Para pasar de la “igualdad ante la ley” a la “igualdad ante la vida”.

El Código de 1918 constituyó la legislación familiar más progresiva que había visto el mundo hasta entonces, y que aún hoy supera en mucho a la de muchos países capitalistas “desarrollados”. Por ejemplo en el Estado español, donde la Iglesia ha logrado en los pactos de la Transición mantener un peso enorme en el Estado. Entre otras medidas abolió el estatus legal inferior de las mujeres y creó igualdad bajo la ley, eliminó la validez del matrimonio religioso y le otorgó validez legal únicamente al matrimonio civil. Estableció el divorcio a pedido de cualquiera de los dos cónyuges: no hacía falta justificación. Y extendió las mismas garantías de pensión alimenticia para el hombre y la mujer. Reconoció a los hijos fuera del matrimonio y otras medidas. Una de las medidas más avanzadas, comparada con la actualidad, fue la legalización del derecho al aborto.

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Pero el desarrollo histórico fue diferente del que imaginaba los bolcheviques. La revolución no triunfó a escala internacional. En 1923 se abre una gran posibilidad revolucionaria en Alemania, pero se derrota esa revolución y se clausura por todo un  período la perspectiva de la revolución en Europa. La URSS queda aislada en medio de un mundo capitalista hostil. Además, las condiciones de la dura guerra civil, entre 1918 y 1921, deja a la URSS devastada, destruida, con una economía en crisis completa. Pobreza, enfermedades, miseria, es el escenario en el que intenta avanzar la revolución.

En ese marco, con el agotamiento de las fuerzas revolucionarias, con la desaparición física de muchos de los mejores revolucionarios en la guerra civil y el debilitamiento de la vanguardia obrera, entre otros elementos, es que se va a emerger y consolidarse una fuerte burocracia en el Estado y en el partido bolchevique. El estalinismo en el poder, lejos de tomar medidas para avanzar en la liquidación de la familia y del propio Estado, tomará el camino contrario. Implementando medidas contrarrevolucionarias, que revirtieron lo que se había conseguido.

 El objetivo buscado desde entonces era la pervivencia de su propio poder como burocracia, y para eso era necesario fortalecer el estado represivo contra toda expresión de emancipación de las masas obreras y populares, y toda oposición interna.

Escribirá Trotsky, sobre la política de la burocracia en la cuestión de la mujer:

“La Revolución de Octubre inscribió en su bandera la emancipación de la mujer y produjo la legislación más progresiva en la historia sobre el matrimonio y la familia. Esto no quiere decir, por supuesto, que quedara a punto inmediatamente una ‘vida feliz’ para la mujer soviética. La verdadera emancipación de la mujer es inconcebible sin un aumento general de la economía y la cultura, sin la destrucción de la unidad económica familiar pequeñoburguesa, sin la introducción de la elaboración socializada de los alimentos, y sin educación. Mientras tanto, guiada por su instinto de conservación, la burocracia se ha sobresaltado por la ‘desintegración’ de la familia. Empieza a cantar alabanzas a la cena y a la colada familiares, es decir, a la esclavitud doméstica de la mujer.”

La Constitución Soviética de 1936 es todo lo contrario del espíritu libertario que animó a los bolcheviques al redactar el Código de 1918.

El avance de la burocracia estalinista en la ex Unión Soviética, por lo tanto, significó un retroceso en todas las conquistas de las mujeres, pero lo más importante, fue un retroceso ideológico profundo frente al pensamiento libertario de los marxistas. Stalin volvió a colocar a la mujer como “garante del hogar”. Y en los países dominados por el estalinismo se condenó el aborto, se penalizó la homosexualidad, etc. No solo en la URSS. En la Cuba de Fidel Castro se persiguió brutalmente la homosexualidad, como relata el escritor Reinaldo Arenas en sus libros, mediante purgas, cacerías, etc. Y las organizaciones de izquierda estalinistas y castristas reprodujeron en todo el mundo esa ideología reaccionaria respecto a la homosexualidad. También plantearon un etapismo conservador, donde primero estaba la lucha de los obreros y la de las mujeres quedaría para más adelante, etc.

Fue justamente esta deformación monstruosa del marxismo lo que llevó a que en los años 60 y 70 surgieran muchas voces, dentro del feminismo y del mundo intelectual, que plantearon una oposición completa entre marxismo y feminismo, que se alejaron de él.

Sin embargo, en oposición al estalinismo, desde las filas del marxismo revolucionario hubo una corriente que alzó la voz contra la degeneración estalinista, el trotskismo, quizá el movimiento político más perseguido y calumniado de la historia. Trotsky y lxs trotskistas enfrentaron política, teórica y físicamente la traición del estalinismo en todos los terrenos, y una de sus banderas fue la lucha inclaudicable por la emancipación de las mujeres y contra la destrucción de las conquistas de la Revolución de Octubre en el terreno de la familia y la liberación de la mujer de la esclavitud doméstica y asalariada.

Al respecto, unas palabras que Trotsky escribía en un capítulo de La Revolución Traicionada, intitulado “Termidor en el hogar”:

“La verdadera familia socialista, liberada por la sociedad de las pesadas y humillantes cargas cotidianas, no tendrá necesidad de ninguna reglamentación, y la simple idea de las leyes sobre el divorcio y el aborto no le parecerá mejor que el recuerdo de las zonas de tolerancia o de los sacrificios humanos. La legislación de Octubre había dado un paso atrevido hacia ella. El estado atrasado del país, desde los puntos de vista económico y cultural, ha provocado una cruel reacción. La legislación termidoriana retrocede hacia los modelos burgueses, no sin cubrir su retirada con frases engañosas sobre la santidad de la “nueva” familia.”

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Nosotras consideramos que si bien la realidad del siglo XXI no es la de Rusia de 1917, en muchos aspectos centrales aquellos planteos eran inmensamente más avanzados y más radicales que los que hoy son hegemónicos. Porque se planteaban transformar el mundo y la vida de millones de hombres y mujeres, terminando con la explotación asalariada, para terminar al mismo tiempo con todas las opresiones.

En medio de una crisis capitalista de magnitud histórica, que quieren seguir descargando sobre millones de trabajadoras y trabajadores, vemos más necesario que nunca plantearnos nuevamente la confluencia entre las luchas contra la opresión de género y la lucha anticapitalista, rescatando esa tradición revolucionaria del marxismo, para reactualizarla en nuestra época.


[1] GOLDMAN, Wendy, La mujer, el estado y la revolución, Ediciones IPS

[2] KOLLONTAI, Alexandra; citada en: GOLDMAN, Wendy, La mujer, el estado y la revolución, Ediciones IPS

[3] ENGELS, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado

[4] ENGELS, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado

[5] GOLDMAN, Wendy, La mujer, el estado y la revolución, Ediciones IPS

[6] GOLDMAN, Wendy, La mujer, el estado y la revolución, Ediciones IPS

Josefina Martinez

Periodista en izquierdadiario.es. Madrid.

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