Gran charla de Pan y Rosas en Barcelona, “Movimiento queer y lucha de clases”

Gran charla de Pan y Rosas en Barcelona, “Movimiento queer y lucha de clases”

Bajo el título de “Movimiento queer y lucha de clases”, se daba inicio durante la tarde del martes una muy concurrida charla en la Universidad de Barcelona. En un primer bloque la charla tuvo el objetivo de esbozar los principales conceptos y aportaciones teóricas que recorren la obra de Judith Butler, una de las intelectuales de referencia y muy reconocida en la academia y por sus estudios de género. Pero a la vez, se proponía iniciar un debate sobre la apuesta estratégica de una “democracia plural y radical” que plantea la autora, para reflexionar posteriormente y en común, las potencialidades y los límites de estos planteamientos a la hora de avanzar en la lucha hacia el fin de las desigualdades de género y la liberación de la sexualidad.

Avanzando a través de su definición del “género” como “significados culturales que acepta el cuerpo sexuado”, nudo gordiano de su planteamiento, se hizo hincapié en la reflexión en Butler no solo centrada en definir la construcción del “ser hombre” y lo “masculino”, o el “ser mujer” y lo “femenino” en sí mismos, sino más preocupada en comprender a través de qué medios y con qué fines se realiza esta construcción. Así cómo su crítica a la heteroseuxalidad cómo régimen de poder y disciplinamiento, en la que ubica a los cuerpos como receptores discursivos que adquieren género a través de la repetición práctica y constante de ciertas caracterísitcas concretas, o como ella diría, a través de la sucesión de “actos y gestos, deseos actuados y articulados crean la ilusión del género”.

Llegados a este punto, y comprendiendo que en Butler el género es performativo, no natural, nos preguntamos: entonces… ¿por qué solo hay una forma de ser hombre-masculino y de ser mujer-femenino? , y ¿por qué el “ser hombre” se ascocia con lo masculino, y el “ser mujer” con lo femenino y no al revés?. Desarrolando el concepto “universalización de la identidad”, en el que la autora se apoya para desarrolar su visión sobre cómo el discurso heteronormativo disciplina los cuerpos en base a una forma ideal y ficticia de ser hombre y ser mujer, en la que el “ser hombre” en sí mismo no existe más que como producto ideal y lo que desprende de este hecho son prácticas imitadoras que nunca llegarán a reproducir el ideal en sí. Y como nunca existe como realidad, provoca múltiples formas diferentes de acercarse a él. Un proceso que es enormemente opresivo, según la autora. Por una parte porque el discurso disciplinario del ser “mujer”, por ejemplo, nos permite una sola forma que nunca acabamos de desarrollar totalmente, con lo que incluso aquellas mujeres que se acercan más al ideal (mujeres femeninas, heterosexuales…) también están oprimidas, pues lo son a costa de renunciar otros modos de desarrollo de la identidad; pero por la otra porque desecha todas las demás fórmulas, reprimiendo la posibilidad de ser “mujer lesbiana, no femenina, transexual”.

¿Entonces, cuál es el problema de la opresión? Efectivamente la identidad universal, la propia ficción del “ser hombre-masculino” y el “ser mujer-femenino”. No es el capitalismo en sí, no es la relación entre el capitalismo y el patriarcado. Aquí es donde vienen las complicaciones políticas y estratégicas, ¿qué propone la autora para acabar con esta opresión? la democracia plural y radical, que se desarrolló en un segundo bloque.

Se presentó su apuesta por una “democracia plural y radical” como único horizonte político posible y su propuesta de performatividad para romper con la heterosexualidad normativa y liberarnos de la opresión de las identidades.

Para Butler, es mediante la repetición ritualizada de las carcterísticas donde los individuos, los cuerpos, asumen su género y por ende, su lugar en el orden de dominación. Entonces, para la autora, es en este mismo terreno en el que existe la posibilidad de desplazar el orden simbólico, mediante la performatividad misma. Su propuesta es la de la reproducción constante de los “géneros de la no coherencia” mediante la práctica de lo que ella llama el “nomadismo de género”, con la finalidad de golpear el caracter hegemónico de la heterosexualidad normativa y desplazar el “significado original”, núcleo de la opresión. ¿Pero qué consecuencias trae implícitas esta transgresora concepción?

Por una parte lo que se sucede de esto es una apuesta política por la proliferación de prácticas individuales, donde el propio cuerpo y la propia identidad son el único campo de batalla fértil para liberarnos de la opresión. La apuesta política por destruir la opresión, destruyendo la propia identidad, a través de la suma de prácticas individuales que la cuestionen.

Se trata de una clara ruptura con lo que el feminismo de los años 60 y 70 que planteaba hasta este momento, que era la alianza colectiva para luchar contra un sistema de sometimiento colectivo, que se identificaba concretamente con el patriarcado, a veces también con el capitalismo; aludiendo a una identidad común, concretamente las mujeres y hacia la comunidad LGTBI. Todas estas ya no son cuestiones prioritarias para la autora. Sino que el centro para la pelea es la destrucción de las identidades mediante la performatividad, más allá de las relaciones materiales que generan estas identidades opresivas.

Pero por otra parte, lo que de esto se desprende es una renuncia a la posibilidad de acabar con el poder como elemento de opresión, puesto que toda práctica genera exclusión. Y a lo máximo que podemos aspirar es a una democracia radical y plural en la que proliferen los espacios en los que las relaciones de poder mutarán constantemente. No se trata de asumir esta imposibilidad, sino la ambigüedad de la propia definición.

La autora no plantea cual sería el carácter de clase de esa supuesta democracia radical: ¿se va acabar la opresión de la identidad manteniendo un sistema de explotación en el que la identidad y la expresión hegemónica va ligada a una forma concreta de explotación del trabajo y a una forma concreta de organizar la reproducción? Tampoco explica cuál será el proceso de construcción de esta supuesta democracia radical, en el que el sujeto de la transformación ya no es un sujeto colectivo, a saber, la clase trabajadora, sino un sujeto individualizado. ¿No nos estamos condenando así, a tan solo poder aspirar a construir ciertos espacios marginales que consigan romper momentáneamente con la opresión de la identidad, más que erradicarla desde su raíz?

Respecto de la visión de Butler, Andrea D’Atri planteaba en “Feminismo y Democracia en Judith Butler Entre la metonimia del mercado y la metáfora (imposible) de la revolución”, que esta “democracia de los ciudadanos libres, fraternos e iguales, tiene necesariamente que incluir como contrapartida para su realización la existencia de una clase que ha expropiado históricamente a la humanidad de los medios de producción”.

Finalmente, se inició un espacio de debate en el que se cuestionó la posibilidad de liberarse de la opresión dentro del capitalismo. Afirmando que para alcanzar la liberación de la sexualidad será necesario derrumbar al sistema capitalista que disciplina y somete el deseo y los cuerpos, piensa la sexualidad en términos de reproducción y la reproducción como perpetuación de la fuerza de trabajo.

Otro debate central planteado por el público, ha sido sobre la interseccionalidad entre género y clase, relacionado con los debates de género dentro del marxismo cuyas ideas sobe la emancipación de las mujeres han sido de gran avanzada. La reflexión profundizó sobre un falso marxismo de parte del estalinismo que niega la lucha de género con el argumento que “desvía” la lucha por la revolución e incluso divide a la clase trabajadora.

Por último, entre otros debates se planteó una discusión sobre si para alcanzar la emancipación, era suficiente la sucesión de prácticas individuales, basadas en la construcción de nuevas identidades y centradas en el propio cuerpo cómo único y último terreno de batalla posible, o si era necesaria la acción colectiva junto a las mujeres de la clase trabajadora y el conjunto de las clases explotadas, la única que podría en su pelea por liberarse de toda explotación, conquistar el fin de todas las opresiones.

Marta Clar

Estudiante de antropología en la Universitat de Barcelona.

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