Prostitución, violencia machista y feminicidios

Prostitución, violencia machista y feminicidios

Por Irene Tanklan
Cada año las violencias machistas acaban con la vida de muchas mujeres en el Estado español, siendo ésta la punta del iceberg de un sistema patriarcal que somete a las mujeres de múltiples formas. En el 2016, la cifra de feminicidios osciló entre 105, según datos de Feminicidio.net; y 44, según datos más conservadores.

Esta diferencia numérica tan grande se debe a distintos criterios a la hora de catalogar el asesinato de una mujer a manos de un hombre como un acto de violencia machista. Así, en datos de feminicidio.net podemos encontrar la categoría de feminicidio también hacia las mujeres en situación de prostitución.

Dentro del feminismo y de la política en general la prostitución es un tema que genera muchos debates. Hay quienes dicen que debería regularse y, para defenderla, que la mujer tiene derecho o libertad de elegir o hacer lo que quiera con su propio cuerpo. Sin embargo, esta postura, bien por desconocimiento o por interés, ignora el contexto social en el que se desarrolla la prostitución.

En esta sociedad capitalista no podemos valorar si una decisión es libre sin tener en cuenta factores económicos. La mayor parte de estas mujeres se ven obligadas a prostituirse para subsistir. En el caso de mujeres inmigrantes aún es peor. Las mafias de la prostitución se aprovechan de su vulnerabilidad, en muchos casos captándolas en su país de origen a través de amistades y parejas y ofreciéndoles otro tipo de trabajo, promesa que dista mucho de la realidad en la que se encontrarán.

Como describe el documental “Esclavas”, los primeros días en ese nuevo país son de felicidad, los tratantes las incitan a divertirse sin reparar en gastos. Después de una semana de diversión, los tratantes les comunican que en estos días produjeron una deuda enorme con ellos y deben saldarla prostituyéndose, amenazándolas con matar a su familia si se niegan a hacerlo. Indefensas, en un país donde no conocen a nadie, acaban por aceptar. La deuda no deja de crecer, ya que tienen que pagar por todo y las multan cuando obedecen alguna norma del burdel. Además muchas acaban consumiendo drogas o se vuelven adictas, como vía de escape para aguantar todo lo que tienen que sufrir cada día.

Un caso particular es el de Ionela Olguta Pantelimón, fallecida en Diciembre del 2016 en una inundación. Dicen que se ahogó porque no encontró las llaves, pero este es el testimonio del proxeneta. No sabemos la verdadera razón de la muerte de Ionela, pero podemos intuirla. Lo que sí sabemos es que el proxeneta se quedaba con más de la mitad de lo que ella ganaba, que el resto del dinero se lo enviaba a su novio, que fue quien la captó y que dormía en el mismo lugar donde se prostituía. Sabemos que para repatriar su cuerpo a Rumanía pedían 7000 euros, dinero que su familia no tiene, y que actualmente no se sabe donde están sus restos.

Su novio y tratante la aisló de su familia y amistades, llegando incluso a cerrar su Facebook. Durante 4 años vivió aislada en prostíbulos, en los que su único contacto con el exterior era con hombres a los que era obligada a vender su cuerpo.
Estos, respaldados por el patriarcado y la cultura de la violación, hacían lo que querían con ella. Muchos hombres piensan que el deseo sexual es algo imposible de frenar y justifican, por este motivo, la existencia de la prostitución llegando a decir que si no hubiera prostitución las violaciones se dispararían.

No hay excusa para mantener una industria que explota y esclaviza a millones de mujeres inmigrantes, pobres y/o trans en todo el mundo. Es vital que la prostitución comience a considerarse violencia machista. Por otro lado es necesario acabar con la persecución a las personas en situación de prostitución, acosadas por las fuerzas de seguridad del Estado, fruto de la doble moral de la actual sociedad patriarcal y capitalista.

Como decimos, son las mujeres con menos recursos la que acaban en la prostitución en la mayoría de casos, a veces como única alternativa, pero no obligatoriamente estos casos tienen que estar ligados a trata o tráfico de mujeres, por lo tanto no es una cuestión tanto de “consentimiento” como de situación material de pobreza o precariedad”.

La industria de la prostitución explota y esclaviza a miles de mujeres y pobres, inmigrantes y transexuales con menos recursos. Si es cierto que las formas en las que se da la prostitución son diversas, no es menos cierto que en la mayoría de casos la situación de pobreza, los bajos recursos o la precariedad las acaba empujando hacia este destino.

Como plantea Andrea D’Atri en el artículo, ¿Regulación o Abolicionismo? Un debate que no tiene sólo dos posiciones excluyentes: “No somos regulacionistas, pero acompañamos y promovemos la lucha por exigir al Estado capitalista y sus gobiernos la garantía de un trabajo para todas las personas en situación de prostitución que quieran abandonarla, con un salario que cubra la canasta familiar, acceso a la salud, la educación, la vivienda. Al mismo tiempo que combatimos la estigmatización, la persecución y marginación social de las personas en situación de prostitución, denunciando principalmente la represión policial, la complicidad de las fuerzas represivas del Estado, sus funcionarios políticos, la justicia y poderosos empresarios en el funcionamiento y la impunidad con la que operan las redes de trata.
Podríamos sostener que somos abolicionistas “en última instancia”. Porque consideramos utópico que el mismo Estado capitalista que no sólo se sostiene en la explotación del trabajo asalariado de millones de seres humanos, sino también en la explotación del trabajo doméstico no remunerado, en la opresión de las personas por razones de género, sexo, nacionalidad, etnia y en el entramado mafioso de los regímenes políticos con los grandes “negocios” clandestinos, incluyendo la prostitución, pueda ser quien “resuelva” la abolición de esta institución milenaria creada por las sociedades clasistas, mediante el aumento de su poder punitivo”.

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