LGTB: quienes somos y por qué nuestra lucha es la de toda la clase trabajadora

LGTB: quienes somos y por qué nuestra lucha es la de toda la clase trabajadora

Por Virginia Guitzel | @virginiaguitzel Vía Esquerda Diário (Brasil)

Las siglas LGBT, que corresponden al colectivo de lesbianas, gays, bisexuales y trans (travesti, transexual masculino y femenino), no tienen muchos años. Antes se conocía más como GLS (Gays, Lesbianas y Simpatizantes) o a los mediados de los ‘60 hasta, por lo menos, los ’80 como  “movimiento homosexual” o “movimiento gay“. Pero ¿por qué estas siglas y quién pertenece a este grupo?

La sexualidad humana en las diferentes culturas ha adoptado formas específicas expresarse. Desde la Grecia antigua hay constancia de relaciones amorosas y sexuales entre hombres. Sin embargo, no era un contexto en el que no hubiese opresiones, al contrario, se producían justamente por la fuerza de las ideas machistas de que los hombres se relacionaban unos con otros al considerar a las mujeres como inferiores para las relaciones amorosas.

La sexualidad, incluso la no heterosexual, ha existido siempre; incluso hoy, cuando los homosexuales son frecuentemente golpeados y asesinados. La comunidad trans (hombres, mujeres y transexuales que asumen identidades de género que no siguen la lo que determinan sus órganos genitales de nacimiento) tiene esperanza de vida de 35 años en toda América Latina. Incluso con esta triste realidad, nada de esto aparece en las portadas de importantes revistas y periódicos.

 

La represión sexual en la sociedad capitalista

El movimiento que surgió en la década de los ’60, conocido como “movimiento por la liberación sexual”, entendía que el capitalismo oprimía y reprimía la sexualidad del conjunto de la humanidad, en su potencial liberador, placentero y emancipador. Siempre mostrando la brutalidad y la marginalidad actualmente representada por los trabajadores LGBT y los sectores más pobres. Sin embargo, no se vendían con la engañosa “emancipación heterosexual”, y mucho menos creían en la posibilidad de lograr la emancipación sexual a través del consumo (ya sea pornografía, prostitución, entre otras). Las lecciones dejadas por este movimiento histórico, que se materializó en la juventud francesa en 1968, podrían resumirse en la defensa de una sociedad organizada por los trabajadores para poner fin a todas las formas de opresión y explotación. Ofreciendo una salida a este problema, una defensa a ultranza de los llamados “subversivos”, “revertidos”, “inmorales” y otros adjetivos dados a gays, lesbianas, travestis y a otros sectores que rompieron con la norma heterosexual, monógama y cisgénera (personas no trans, que se identifican con la identidad de género socialmente reconocida asignada a su órgano genital). En estos días los LGBT se encuentran, en su mayoría, en los peores trabajos con los peores salarios, cuando no son relegados a la prostitución. Las identidades de género travesti y transexual todavía son calificadas como trastorno mental por la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que dificulta el acceso a las hormonas y las cirugías que les permitan sentirse bien con su cuerpo. Esto significa que la mayoría de la comunidad trans está sujeta a enfermar por el uso de hormonas sin supervisión médica y el uso de silicona industrial. Además de todo esto, siguen siendo las mayores víctimas de crímenes de odio y brutales asesinatos.

No hay revolución sexual, o igualdad de derechos. Los jóvenes negros y las mujeres pobres, así como la mayoría de mujeres trabajadoras y los sectores LGBT, viven una profunda condición de miseria sexual y represión, sin poseer espacios para desarrollar su sexualidad libre y plena.  La sexualidad, convertida en una cuestión pública, hoy sigue siendo regulada y reprimida por el Estado, ya sea por falta de espacios accesibles para los jóvenes, por falta de educación en las escuelas y universidades para abordar esta cuestión, la mala (o nula) distribución de preservativos, la penalización del aborto, etc. Así que la ideología dominante cumple con su papel de contención y control social y sexual.

 

Para los trabajadores y trabajadoras: estamos aquí.

Con la llegada de la Izquierda Diario a Brasil, se hace posible construir una sólida red de noticias e información centrada en que los trabajadores y trabajadoras puedan hacer frente a la ideología impuesta. A usted, trabajador o trabajadora, que encontró por primera vez esta columna semanal, verá que con el tiempo vamos a discutir varios temas sobre la opresión estructural de las mujeres, los negros y la población LGBT. Reconocerá semejanzas entre los explotados y oprimidos con las condiciones de vida miserables a las que somos sometidos.

Iniciativas como el debate durante la histórica huelga de la Universidad de São Paulo, el año pasado, para discutir “Machismo, homofobia y transfobia” con los trabajadores, así como la campaña emocionante del metro de São Paulo repudiando la homofóbica agresión sufrida por un compañero de trabajo, aquí tendrán gran protagonismo. Porque son expresiones de que la historia sigue siendo construida y puede ser tomada por los trabajadores  con sus propias manos, y acabar así con toda forma de opresión.

En la historia del movimiento LGBT – que se cuenta poco- siempre ha habido intentos de unificar la lucha de los trabajadores con las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero. Esta idea estaba viva en el grupo francés Frente Homosexual de Acción Revolucionaria; y fue así en la Inglaterra de los años ‘80 con la formación del grupo de Lesbianas y Gays apoyando los mineros (LGSM, en inglés); y también en Brasil con el primer grupo homosexual, SOMOS: Grupo de Afirmación Homosexual, fundado a finales de los ‘70. En ese legado se apoya nuestra revista y, en esta primera columna afirmamos: Para los trabajadores y trabajadoras: estamos aquí una vez más.

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