Contra las violencias del capitalismo patriarcal: ¡tomemos las calles!
En lo que llevamos de 2023, se han producido 15 feminicidios. El año 2022 acabó con más de un centenar de mujeres asesinadas, solo en el mes de diciembre se produjeron 19, la mayor tasa de feminicidios registrada en el año. Las cifras de violaciones y todo tipo de violencia sexual hacia las mujeres y personas LGTBI siguen en aumento. Los feminicidios y la violencia sexual hacia las mujeres son los últimos eslabones de una larga cadena de violencias de este sistema capitalista patriarcal, como la precariedad, la explotación con “rostro de mujer”, la inflación, la LGTBIfobia y el racismo y sus leyes de extranjería.
Mientras tanto la derecha y extrema derecha siguen negando la existencia de la violencia de género y los gobiernos imperialistas, aunque se consideren “progresistas” como el del Estado Español, prefieren seguir invirtiendo en armamento en vez de dotar suficientemente los servicios públicos y los recursos para mujeres en situación de riesgo y víctimas de violencia machista.
Este nuevo día internacional de las mujeres se encuentra atravesado por la guerra imperialista y la inflación, por lo que también salimos a pelear contra ellas. La pérdida de poder adquisitivo que provoca la inflación en unos salarios ya precarios de por sí, se suman a la brecha salarial y de las pensiones, dejándonos todavía más expuestas a la dependencia económica y vulnerables ante relaciones de maltrato.
La trampa del punitivismo
En este contexto, los partidos del régimen vienen instrumentalizando la cuestión de la violencia hacia las mujeres, en los debates sobre la Ley del solo sí es sí. Desde la derecha y la extrema derecha lanzan una campaña contra los derechos de las mujeres y al mismo tiempo punitivista, mientras el PSOE toma su agenda y se apresta a volver a la legislación anterior, que supuso sentencias como la de la manada. Por su parte, desde el Ministerio de Igualdad denuncian que muchos sectores de la judicatura están llevando adelante sentencias judiciales machistas y defienden la Ley como si fuera “perfecta”, sin considerar las críticas de sectores feministas, que señalan los aspectos punitivistas de esta Ley.
El punitivismo supone la idea de que aumentando las penas en el Código penal se va a solucionar una violencia que es estructural. Y, al mismo tiempo, significa reforzar un sistema judicial reaccionario que en el Estado español encarcela raperos por criticar a la monarquía, pregunta a las mujeres qué llevaban puesto cuando fueron abusadas y agredidas, castiga y persigue a huelguistas, o encarcela a independentistas catalanes.
Por esta vía y, en nombre de la defensa de las mujeres, se refuerzan las cárceles y la policía, la misma a la que el propio gobierno infiltra en los movimientos sociales, valiéndose de engaños para mantener relaciones sexuales con mujeres activistas y conseguir sus objetivos represivos. Que la justicia actúa de forma patriarcal es un hecho. Lo que era absurdo era pensar que por modificar algunos aspectos de la legislación o del Código penal, esa misma casta judicial -que defiende los intereses de empresarios, políticos corruptos y el estatus quo del capitalismo patriarcal, iba a empezar a aplicar algún tipo de “justicia feminista”. Por eso, desde Pan y rosas proponemos eliminar la casta de jueves vitalicios y reemplazarlos por jueces y juezas elegidos por sufragio universal, cuyo mandato sea revocable por sus electores, mediante juicios con jurados populares, donde las organizaciones del movimiento de mujeres y antirracistas puedan tener peso en las deliberaciones.
La ley “Sólo si es sí” incorpora algunas medidas progresivas como las rentas de inserción y la creación de “centros de crisis” bajo asistencia psicológica y jurídica 24 horas, pero para ello es imprescindible un aumento presupuestario para los planes de igualdad y la lucha contra la violencia de género. Además, es necesario incrementar los centros de acogida o de crisis para las mujeres, sus hijos e hijas, víctimas de violencia, que estén garantizados por el Estado, pero bajo la autogestión de las organizaciones de mujeres y las trabajadoras, con asistencia profesional y sin presencia policial ni judicial.
La Ley también propone medidas para la educación sexual que recoja la diversidad, pero esta no puede darse bajo alianza del Estado con la Iglesia. La separación de la Iglesia y el Estado, demanda histórica del movimiento feminista, es fundamental si queremos educar de forma feminista y en el reconocimiento de la identidad de las personas trans en colegios, institutos, universidades y centros de trabajo.
Hay que acabar también con la criminalización y la persecución policial de las mujeres que se encuentran en situación de prostitución, así como el reconocimiento del derecho a autoorganizarse, y que haya garantías de vivienda y trabajo para que todas aquellas que busquen alternativas laborales puedan encontrarlas.
Respecto a las mujeres migrantes, la ley recoge que “no se incorporará expediente sancionador a las mujeres extranjeras en situación irregular víctimas de violencia sexual que presenten denuncia” pero esta medida no resuelve la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran, mucho más expuestas a la violencia sexual en los trabajos más precarios, como el doméstico o de internas. Para ello es necesaria la derogación de las leyes de extranjería y el cierre de las cárceles de los CIEs, que desde luego el gobierno “más progresista de la historia” ni siquiera se plantea.
Mientras el feminismo institucional pretende encerrar al movimiento de mujeres al callejón sin salida del código penal y su proyecto punitivista, nosotras pensamos que estas demandas sólo serán conquistadas por medio de una lucha independiente de las instituciones del Estado, su justicia machista y patriarcal y los partidos del régimen. Por eso desde Pan y Rosas creemos que necesario impulsar comisiones de mujeres y personas LGTBI en los centros de trabajo, en los centros de estudio y en los sindicatos, independientes de las patronales, que aborden los casos de acoso sexual y laboral, buscando evitar el punitivismo y poniendo el eje en la educación sexual integral, y para ello es fundamental desarrollar la autoorganización del movimiento de mujeres y transfeminista, retomando la movilización en las calles.
Este 8M: ¡tomemos las calles!
Nos proponemos que este 8M sea un altavoz para las luchas de las trabajadoras precarias, para exigir el fin de las externalizaciones, aumentos de salarios según la inflación, reducción de la jornada laboral y mejores condiciones para la conciliación laboral. Queremos que este 8M se escuche la voz de las personas trans y las migrantes, contra la transfobia, la LGTBfobia y la violencia racista.
Además, las feministas socialistas, revolucionarias, antiimperialista e internacionalistas estamos contra la guerra, por ello rechazamos el aumento de los presupuestos militaristas, y la escalada guerrista, por eso retomamos el grito de las feministas en la I Guerra Mundial ¡Guerra a la guerra! Exigimos la salida inmediata de la OTAN, una institución criminal que solo alimenta al monstruo y salimos a las calles a gritar Ni Putin ni OTAN ¡No a la guerra!
Luchar contra la violencia, sexual, machista y los feminicidios, supone luchar contra toda una cadena de violencias que vivimos la gran mayoría de las mujeres, las trabajadoras, las migrantes, las jóvenes y las pensionistas. Nuestra lucha está estrechamente vinculada a la lucha contra la precariedad y la explotación que sufren las trabajadoras del hogar, los servicios públicos y de cuidados, de la hostelería y el comercio, y acompañando las peleas de todas ellas. Nuestra pelea está vinculada también a la lucha contra la violencia del racismo institucional y patriarcal que sufren las trabajadoras migrantes, y a la lucha contra la guerra y nuestro propio gobierno imperialista.
Desde Pan y Rosas no queremos que la lucha feminista contra las opresiones se distorsione y se utilice para fortalecer campañas punitivistas y los aparatos del Estado capitalista y patriarcal. Es necesario combatir sus causas estructurales para promover la transformación de raíz de esta sociedad. Para ello es necesario fortalecer nuestra organización colectiva y autoorganización.
Las feministas socialistas de Pan y Rosas peleamos para defender los derechos adquiridos y avanzar en ellos, para poder disfrutar plenamente de nuestras propias vidas, de nuestra libertad, nuestra sexualidad, nuestro deseo y placer, en una sociedad libre de opresiones y explotación.